El Machángara, el milenario testigo del cambio de esta alcoba de patojos, el que se lleva todas las inmundicias y los secretos mejor guardados de los habitantes de este ombligo equinoccial, el que puso en evidencia que la ciudad no puede pasar por alto el curso natural de las aguas; el que tiene incrustado entre las riberas un gigantesco molino de sueños y tiempo, el que conoce de las alcantarillas y los perseguidos –los que se arrastran miserables sin ningún Jean Valjean que los redima ni los recree-; este río, hace veinte años, recibió el cuerpo de Marco Núñez Duque luego de ser torturado y asesinado por los cuerpos represivos de este estado que no cambia a pesar de todas las asambleas que los ciudadanos realicen y discutan para cambiar esta realidad terca y alucinante.
Cuerpos represivos de los que nadie quiere hablar pero que existen por las evidencias en las contusiones múltiples, en las vejaciones, en las desapariciones; no se evidencia hasta el momento ninguna intención de revisar esos lúgubres documentos –que con seguridad deben existir- donde debe constar la historia de tantas víctimas anónimas escupidas en la calzada de cualquier perimetral o en las quebradas donde se construyen los parques lineales para que la gente olvide la linealidad de la existencia.
Son veinte años desde aquel aciago día en que lo encontraron en el Machángara durante los cuales Marco ha permanecido inmutable. Hay quienes creen que lo mataron sin saber lo que hacían, que desconocían el ser fantástico que tenían entre sus manos; yo creo que tenían perfecta noción de sus actos. La locura no existe sino en una sociedad, no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aislan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan… la gran protesta lírica que se encuentra en la poesía es un esfuerzo por volver a dar a la locura una profundidad y un poder de revelación aniquilados por el internamiento[1]. No existe demencia más grande que aquella que cuestiona todo en los escenarios más extraños de la vida. Es en medio de la locura y el caos que el Marco está presente entre aquellos que lo quisimos como fue, sin pretender convertirlo en el icono de las letras ni en el nuevo canon hacia el cual la literatura debería derivar.
Es abril Marco y el silencio rechina en nuestros costillares, nos hace falta tu risa y tu mirada penetrante, así desnudándonos en nuestra forma tan aséptica de entender la literatura, porque a pesar de no llegar a configurar parte del canon creo que constituiste ese referente para desacreditar el papel(ón) de escritores en medio de la bohemia y el desparpajo. Jugábamos a ser felices en ese momento político en el cual gobernaba el dueño de la hacienda –luego llegaría el mayordomo nomás y se notaría la diferencia-; pero ya los efectos fueron irreversibles, ya no estabas, te desaparecieron y te reaparecieron pero como cadáver, como una cifra más de los que son víctimas de la delincuencia común, en la perimetral o en las quebradas.
Pero qué nos dejaste si no habías producido casi nada, aparte de la tesis de grado del colegio acerca de la teoría de la relatividad y esos textos creativos, crípticos, irónicos y lúdicos que luego constituirían “Entre Bakunin y Jackeline en blue jean”.
Creo que la certeza de que las cosas cambiarían, de que aquellos revolucionarios tan cuerdos y tan serenos, aquellos de los que te burlabas y a los cuales parodiaste en tus textos, alcanzarían el poder tan ansiado; ahora lucen de ministros, asambleístas, asesores, subsecretarios, es decir toda la intelectualidad de la izquierda modosita y acomodada está en el proscenio del poder y nosotros seguimos en la periferia, es decir seguimos sentados en las bancas de El Ejido, observando cómo se construye (cómo se debe de construir) el país, la constitución, el socialismo, la égalité, la fraternité y la liberté. Pero entonces cómo nos burlábamos de sus famosos tonos revolucionarios, claro que nos punzábamos nosotros mismos porque también teníamos uno que otro integrante con las mismas veleidades; y te acuerdas de Doris, Julia, Alexandra, del Germánico; todos están de una u otra manera saboreando las mieles de lo conseguido.
Muevan las industrias, las industrias, muevan las industrias; esa canción de Los Prisioneros chilenos que tarareabas cuando llegaste al Matapiojo, a modo de inútil reclamo para detener el sangriento reacomodo del proceso productivo en la patria de Víctor Jara, en esa época bajo la bota de Pinochet; y, claro, también el Baile de los que sobran que anunciaba la época de la privatización de la educación y el crecimiento sostenido de las universidades light privadas. Las cosas no han cambiado mucho a pesar de los nuevos vientos que recorren estas tierras.
“Ni vos mismo te crees” pero es cierto; aquellos jóvenes de entonces ahora de la mano de la revolución ciudadana están dentro del palacio y nosotros, como te digo seguimos fuera. ¿Entonces qué ha cambiado? Muchas cosas no han variado, continúa la apatía de las instituciones que se supone deben apoyar el quehacer cultural (de los otros ámbitos ni hablemos porque no existen ni siquiera expectativas); pero de aquellos gestores culturales, activos militantes de la época solo nos quedan los recuerdos, ahora son proyectistas exitosos de eventos culturales que no tienen mayor trascendencia porque se hacen al amparo de las ONG’s cuyo discurso ya sabes para que servían y para qué siguen sirviendo. No existe una correlación entre el nivel de la esperanza y la realidad de los objetos del sueño, ninguna relación entre la cantidad de ilusión invertida (a pesar de la retórica exacerbada) y las realizaciones artísticas; me parece porque toda se apuesta a ese híbrido de Constitución a medio camino entre el socialismo del siglo XXI y la encíclica rerum novarum; es decir un bodrio para ser cantado en medio de aires semimarciales (al estilo Paquisha de los ahora tecnocumbieros Pueblo Nuevo) en medio de la consternación general porque los subsidios tendrán que acabarse pues no hay cama pa tanta gente y esta Asamblea no se atreverá a decir “este cuerpo es mío” en relación a la píldora del día Después para no contrariar a la misma secta de sectarios que expulsan a las chicas que se atreven a gozar antes del sagrado matrimonio y no toman las debidas precausiones (abstinencia predican los más pulcros pederastas, pero cómo abstenerse si el cuerpo divino est). En fin Marco que el tiempo ha pasado pero que de la generación de los talleres, no se conoce más que a 2 o 3 poetas, pero que la onda sigue pues como te encantaba soñar vamos a construir el M29 a través del comité central con el cual nos tomaremos el poder y, cuando eso suceda... nadie se habrá dado cuenta.
Como te dije Marco: Sin novedad en la frente
[1] Michel Foucault
2 comentarios:
buena pablinsky espero que avancemos hacia la construcción del M29 como marco hubiese querido; siempre al margen siempre
a la periferia siempre sonando en conquistar el mundo cual pinky y cerebro y cuestionando como decia el rafico larrea que en este mes también recordamos: siempre cuestionando la inmutabilidad de las esfinges
Claro, clarisimo.
Con la suerte que nos cargamos, el M29 tendrá que cabalgar en las tinieblas...
Después de la larga noche neoliberal, viene el impertinente eclipse social.
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