miércoles, febrero 26, 2025

DESEÁBULOS 3

Y son cuatro:  Elsy Santillán Flor, Bolívar Flores Hidalgo, Fabián Vallejos Almeida y Efraín Espinoza Falconí; pero éramos muchos y seguiremos siendo multitud.

Convocados por la memoria, por la amistad y el miedo al olvido; comparecen aquí, cuatro autores y un solo pecado, cuatro delirios y una sola convicción: la literatura es la única arma que se puede disparar en todos los frentes sin causar daños colaterales más que a sus autores.

Escribir es un riesgo, es un acto de develamiento, escribir es conocer el viejo truco de los escondites, de las islas donde se ocultan los tesoros.

Miro la historia, miro la portada del Deseábulos 1 y aquilato el tiempo que nos ha sido dado. Cómplices siempre, jinetes de una travesía que se extingue en cada página. Nada de lo vivido es recuperable y, sin embargo, en estas páginas están. Están los escondites, la magia, los mundos imaginados, el escenario donde se despliega la nostalgia y la frustración. Cuatro autores en su salsa. Deseábulos 3 y son mucho más… Libro para diseccionarlo según el tiempo y la página desde la que se lo aborde.

Cuatro estaciones, cuatro senderos que se reencuentran en el principio, en los orígenes, a pesar de la vocación por la partida, por los viajes, por los mundos de ensoñación. La realidad pierde la partida.

(Elsy Santillán Flor)

El mundo de la infancia recortada por el recuerdo en esos jardines que solo acunan silencio, nostalgia, vacío y cándidas risas que ya no resuenan.

he amado más allá de lo debido, / he llenado mi propio vacío / con verdades envueltas” (p. 23).[1]

Estamos de regreso de todo, nos atrevimos a mirar más allá del ocaso, no existe nada más que nuestra imaginación para explorar, ya nada nos arredra:

El aire es una piedra tan pesada / que pesa más que el todo que circunda.” (p. 35)

Elsy Santillán Flor, desde las sombras imaginadas de viejos árboles podados, desde las macetas de una casa que ya no existe traza su mirada sobre:

La vida en sí, / maligna perra de hortelano. / Y desde esta fortaleza agigantada /

por el recuerdo punzante / que devastó la vida para siempre.” (p. 44)

Viajeros del tiempo, archivistas de instantes, constructores de poesía desde la cotidiana manera de encarar la vida; contemplar el camino con un espejo que recupera las imágenes. Aquellas que con mucho pesar nos han constituido.

El juego y los amigos / reemplazarían al hermano muerto, / el perfecto tío / al ascendente irresponsable.” (p. 46)

Porque, a nuestra manera nos fuimos deshaciendo en medio del trayecto, pusimos tanto empeño en marcarlo que hasta perdimos nuestros zapatos, nuestros modales. Pero a pesar de eso persistimos, como dice Elsy:

solo somos ramas, / fuertes ramas de árboles gigantes, / que cabalgan en el viento de la noche.” (p.55)

De aquella propuesta pergeñada hace ya más de tres décadas se recupera la terca pasión para seguir caminando, buscando a pesar de que sabemos el destino porque lo hemos vista ya en tantos ojos, en tantas manos que nos niegan ya, su abrazo. De Elsy persiste esa risa que desordena toda estantería pacientemente estructurada. A pesar de todos los avatares siempre mantiene su alegría que la protege de sus propios fantasmas.

Su risa será el antídoto contra cualquier noche…

(Bolívar Flores Hidalgo)

Siempre en solitario, cabalgando viejos rocinantes, su adarga y su sombrero de ilusionista; Bolívar Flores Hidalgo, actor, poeta, teatrero, vividor de los últimos recovecos de la bohemia, con su pelo encanecido por la experiencia y el amor… Luchando contra la desidia y el abandono. Esta vez nos sirve un Café con aroma de nostalgia… para hacer rodar nuevamente la película del olvido y de la historia, que, en este país, son casi sinónimos. Fantasmal siempre, perseguido por el bullir de las banderas, de los héroes y mártires de una secuencia que no termina. Siguen cayendo a pesar de las cámaras de los celulares, no hay la cura contra la prepotencia y el desparpajo.  Tiene esa capacidad para revivir “pasajes inolvidables de la vida universitaria en los años ochenta: recitales de poesía, peñas, canción protesta, paseos al campo, acaloradas discusiones sobre cultura, el papel del arte en el proceso revolucionario, militancia política, teatro, festivales artísticos (p. 61).

Nos pone en escena, nos vuelve a convertir en protagonistas de una historia que ya no impresiona a nadie. Ahora contamos las muertes por cientos, desde pequeños niños hasta mujeres que, en la plenitud de la vida, desaparecen sin dejar rastro.

El asombro ya no tiene cabida, las cifras oficiales rebasan nuestra capacidad de imaginación. Aquellas escenas macabras desplegadas en las cárceles o el terrible destino de cuatro niños en manos militares hacen, de Café con aroma de nostalgia un fresco de aquellos tiempos cuando la ciudad aún no se vaciaba hacia los valles y la música resonaba en los altoparlantes de los buses para recordar: la muerte del Che Guevara, el asesinato del camarada Milton Reyes, la muerte de la maestra Rosita Paredes, el golpe de estado en Chile, la muerte del presidente Roldós, la muerte del presidente panameño Omar Torrijos, el asesinato del camarada Jaime Hurtado González (pp. 61 y 62). Personajes que, parecen desvanecerse en la neblina del tiempo y que Bolívar persiste en restañar.

El Sutil encanto del aniversario femenino es una obra políticamente incorrecta en un tiempo donde guardar las formas tiene más valor que luchar por transformar la realidad. Y entonces, el hecho que la hipocresía subsista gracias a la gazmoñería y la complicidad de una religión que encubre pederastas y abusadores, da cuenta de la situación actual del país, de la sociedad, del espíritu de los y las protagonistas. Hay que ser políticamente incorrectos, pues el tiempo no está como para coexistir con fascistas en auge y asesinos de niños.   

“un laureado poeta aparece con delantal, guantes y un gorro de cocinero, repartiendo suculentos platos a las encopetadas señoras” (p. 63). A pesar de que a la poesía se la ha convertido en un bien a tranzar, en un festival; Bolívar está aquí, para señalar con su voz, que los poetas deben bajar del Olimpo y ponerse a trabajar con la gente de la calle…

(Fabián Vallejos Almeida)

Fabián Vallejos Almeida, clandestino turista / en esta esfera / en busca de la perfección / el amor / y otros matices (p. 132), mantiene su proceso de transmutación, los mundos que diseña y los personajes que describe moran en otras dimensiones a pesar de mantener esa vocación terrenal por el amor y la ternura.

Personajes y mundos que transgreden las normas y conviven en espacios de doscientas sonrisas de largo y quinientos suspiros de ancho en Tosap, 21h30, 17-03-10096mtDK / Luz verde para el canto (p. 162).

La sensualidad que despliegan al caminar, al sonreír, al conversar y esa predisposición para encontrar el amor como una obsesión donde la magia del encuentro está presente. Mundos habitados por Mihoki, el profesor Sivael Hokil Lohu, Niko De Lobus, Vik Lin, Lovidia, Mihoki, Mielami y una serie de personajes que habitan mundos y galaxias como Kuevul, Otsap, De Lobus, donde todo va “pasando sin contratiempos, los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses y los eliokrones” (p. 145). Mundos fantásticos que quedarán en nuestra imaginación cuando las élites hayan acabado con el nuestro y protagonizado el gran escape si no somos capaces de preservarlo.

Mientras su corazón latía con toda exactitud, sus pensamientos se distribuían redondos por el horizonte; tenía vista a las montañas de su tío, al cielo de su padre, al bosque de árboles de ojorob, al río de margaritas de la abuela, al mar de las gaviotas de su amada, y en tiempos de versol tranquilamente cosechaba los ocasos, los dorados ocasos sembrados en el mar allá distante, como también podía tocar los pianos en la arena con sus versos o montar caballitos de mar en sus poemas. (p. 150)

Mundos como vemos, que la oligarquía digital pretendería colonizar; de la mano de la osadía, la inequidad, la violencia; si los conociera, pero que, por suerte para su autor, y para nosotros solo existe donde es posible darle color y fuerza a la existencia, que los poemas ahora (tengan) alas, ahora (fueran) trompetas llamando a la revolución, (…) trompetas de miel, de viento, de sol, llamando a la paz, a la ternura, a la ternura solar. (pp. 150 y 151); donde es posible que:

Mihoki le (diera) un beso, un beso sin dimensiones ni conceptos, ese beso que no constaba en el diccionario sideral, pero (que) fue clasificado y archivado prolijamente en el disco duro, en la memoria virtual y en los centros y múltiplos pensantes de todo su microcosmos. (p. 159)

Si no escapamos a tiempo correremos la misma suerte que los Árboles, pájaros, montañas y astronaves (que) desaparecieron virtualmente, (mientras) volaban a pocos eliokrones del sol de Ors, aerolitos de alta densidad, hoyos negros y fosforescentes, iluminadas nebulosas, traslúcidas cometas y, naves intergalácticas se (reflejan) en la comentizadora de la nave. (p. 172)

Solo alguien del temple y poseedor del aura blanca como Fabian es capaz de vivir y amar en esos mundos.

(Efraín Espinoza Falconí)

Alguna vez, hace ya tanto tiempo, viajábamos a Riobamba a presentar el poemario De uvas y Evas, de Efraín Espinoza Falconí, que es el cuarto integrante de este libro colectivo, aún no habíamos logrado imprimir el libro, pero ya teníamos programado el acto. A pesar de la inexistencia del objeto de lectura, igual lo presentamos. Ahora, el libro está listo, el acto se está llevando a cabo, pero el autor es el que falta. Algo no cambia nunca, somos y no somos los mismos.

Tanto desde Londres o desde Ibiza, Efraín formó parte del colectivo Imaginar y, antes, del Taller de literatura Matapiojo; porque solo es posible la construcción de la utopía, de los sueños y de la solidaridad hermanados por esta herramienta que nos da la oportunidad de elaborar otros mundos, otros sueños y hasta otros amores. Ni guardián, ni sendero presenta Efraín en el Deseábulos 3.

Con ese mismo empecinamiento que le hizo viajar a Europa, y esa terca pasión que le caracteriza, pues, “somos apenas todas las direcciones del viento empujando a las embarcaciones contra la autoridad de las rocas”. (p. 184)

Ni la edad ni la distancia son factores que nos permitan pontificar, dar lecciones o convertirnos en sendero o, mucho peor, en guardianes. Mantenemos la misma “seguridad de tropezar, de dar justo con la misma piedra / una y otra vez…” (P. 188), pues, si algo nos caracteriza, es la duda, la imposibilidad de alcanzar la certeza. Una y otra vez nos preguntamos.

Es la memoria y no el olvido / la que está llena de fantasmas / son los fantasmas quienes nos olvidan. (P. 191) Son las cosas, la historia, la vida la que nos deja atrás, la certidumbre, el mundo práctico carcome y acaba con los que dudan, con los que ponen a prueba las verdades.

Parto desde la locura para llegar sobrio / a las ideas que aguardan por el rencor.” (p. 196) “¿Me esperas? / Ola fresca para gritarme en los oídos / que la marea está alta y que debo volver” (p. 204). La poesía nos impele a adentrarnos en las borrascas, aventurarnos en el mar picado para salir apenas airosos con nuestra propia existencia para nuevamente conspirar en contra de la mortal certeza.

Amanecer en el capricho del tiralíneas / y en la sexual atracción de un papel en blanco. / (…) / comenzaré por cualquiera de los folios innumerados” (p. 207).

Poesía del exilio voluntario, de la búsqueda de horizontes cuando las posibilidades del país se caían, como ahora, a pedazos, desgarrado por la voracidad de los prestamistas, por la inopia y estulticia de los gobernantes. Nada ha cambiado y sin embargo… soñamos con el regreso a pesar de que “convertido en río, los zapatos se (deshagan) en las aceras / de una ciudad que también llora” (p. 213).

Combatir a todos los monstruos para arribar, al cabo de veinte años, como el viejo Ulises, a su amada Ítaca, y encontrar: “Paralelas sombras del destino / Huellas / Pedazos de sueños en los cristales / Botellas vacías / Conteniendo las trizas de una canción” (p. 217).

Y, a pesar de haber caminado tanto, de haber descubierto que la humanidad es la misma en todas partes y que la voluntad de destrucción es más fuerte que el amor o la solidaridad; todavía es posible solicitar:

No apagues la luna por favor; / y déjame dormir hasta que el olvido se haga primavera…” (p. 221).


En definitiva, en este acto de presentación, se ratifican las posiciones de cuatro de los doce integrantes que conformamos el primer Deseábulos, su permanencia en la orilla de la creación y su voluntad para poner en duda la realidad aciaga. Visiones que hurgan las entrañas del pasado, sin nostalgia, con la entrañable voluntad de cuestionarlo, de construir otro presente (otros, ¡muchos!), de reírse de manera franca y sarcástica sobre las máscaras, los oropeles, las fantasiosas actitudes de las subélites condescendientes con el poder; la posibilidad de construir otros mundos, porque solo la técnica es nuestro límite (pero, si quisiéramos la podríamos expropiar para ponerla al servicio de la mayoría de la humanidad). En fin, que seguimos navegando a pesar de que no sabemos hacia dónde nos llevarán la marea, los vientos, el mar encrespado y, nuestro deseo, ese deseo evanescente que nos hace vernos desnudos e inocentes frente a la gran embestida del fascismo y la supremacía racista.

Que el viento nos lleve a buen puerto o, por lo menos, que podamos asirnos a alguno de los restos del mundo para, al cabo de los tiempos, arribar a esa playa donde todos los sueños son posibles.

 

Pablo Yépez Maldonado

25 de enero del 2025



[1] Todas las referencias son de Deseábulos 3; Cuento, poesía, dramaturgia (2024). Santillán Flor, Elsy; Flores Hidalgo, Bolívar; Vallejos Almeida, Fabián; Espinoza Falconí, Efraín.  Quito, Locomotora Ediciones.

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