El 16 de enero de 1994, con grandes titulares, Raúl Pérez Torres, en el diario El Comercio, describió las características y las circunstancias de "La generación del desencanto". A pesar del bautizo masivo nadie -hasta el momento-, ha renegado del nombre ni de sus connotaciones. "Una Literatura de la ambigüedad, de la angustia, de la incertidumbre, del desencanto del hombre y de sus instituciones, una literatura que, sin embargo, busca la identidad perdida, la inocencia, el gesto, el otro rostro de una existencia urbanizada y encementada."
¿De dónde proviene el desencanto? En 1988, año en el que la socialdemocracia ganó el gobierno –“por una nariz”-, al populista Abdalá Bucaram, se realizó un encuentro denominado "Cultura entre dos crisis"; en donde se exaltó a los veteranos reductores de cabezas y se puso al día su iconoclastia, su irreverencia y su capacidad de seducción en los puestos de administración cultural. Desde la otra orilla (hay algunos que niegan las orillas, el río y la realidad entera), Rafael Larrea, decía: "Mientras estemos vivos, hablaremos. Y muertos también. No hemos nacido para morir. (...) No habrá jeques ni alfombrazgos si no hay poetas que se inclinen ante el rey de pacotilla."; en su postrer intento por rescatar el poder de lo irreverente: "Fuimos y somos enemigos de los opresores, de los falsos estetas, de los falsos poetas, de la mediocridad y el servilismo." En ese año los entonces jóvenes integrantes de los Talleres Literarios se sentaban a la mesa de los conferencistas para señalar que ya no pretendían reducir cabezas pues, "el tiempo nos ha ahorrado el trabajo", y cuestionar acre e irónicamente la actitud burocrática y la retórica de papel de algunos de los desencantados.
La condición desencantada se presenta como una posición extrema, la única factible entre el decoro, la honestidad y el oficio del intelectual. Parece imposible, para la generación que teorizó la revolución, dejarse de mirar en el espejo de la derrota, les resultó más fácil recrearse como personajes de novela o escribir prólogos, o disculpas que asimilar sus engendros:
"Pero no, el tiempo no ha vuelto; ha girado, sí, pero en una espiral. Hoy parece lo mismo pero es diferente. Alfredo, el ideólogo, el caracterizado representante de la cordura y el saber revolucionario, el que apoyaba a Fabián en el propósito de organizar un movimiento popular, de verdad popular; el que había luchado hasta el fin contra los exaltados que desconfiaban del pueblo y abogaban por las guerrillas; el que se oponía a los soñadores de poemas afirmando que la palabra cultura sólo tiene sentido cuando es coreada por las masas; el que mil veces había hecho oír su voz de barítono sobre el aullido insensato de las asambleas desenfrenadas y noveleras; el sabedor de todos los vericuetos de la dialéctica y de las trampas de la estrategia, él tampoco es el mismo: el tiempo y el cansancio le han hecho otro; ha devenido sociólogo, experto en textos consagrados e inquisidor de falacias, desvíos y herejías. (...) Ha terminado detrás de un escritorio, arrimado en el respaldo de su sillón, con aire de tonto solemne, revolucionario jubilado, leyendo y escribiendo Informes Importantes, dictando cátedra de materialismo histórico en la Universidad y creyéndose capaz de diagnosticar el error táctico de los que pregonan su hambre exhibiendo carteles en la puerta de la fábrica cerrada; ex-defensor de la vinculación con los obreros, ex-opositor de la alternativa terrorista, ex-orador de motines y asambleas; ex-disidente, ex-preso, ex-liberado, ex-sinempleo, es ahora funcionario de alto nivel técnico, con libre acceso al despacho del señor ministro, asesor y hombre de confianza, intelectual de izquierda, solemne porquería."
Fernando Tinajero. El desencuentro.
El escritor se arrogó funciones de Demiurgo, se convirtió en el Dios inmisericordioso capaz de arrojar del paraíso a sus criaturas más amadas.
"No hemos sabido perseverar, nos hemos dejado llevar por la comodidad, por lo más fácil, hemos buscado pretextos para dejar de actuar, hemos caído en la trampa y muchos hemos abandonado el país porque era un país de cerdos y hemos viajado a Europa porque allí sí nos entienden y alaban nuestra finura y nuestra inteligencia, e inclusive podemos pescar una francesita descuidada para elevar nuestro status. (...) No hemos roto nada. Generación de la pose. Hemos salido de los brazos de mamita para buscar otros más débiles. Seguimos siendo tan mediocres como nuestros padres. La vida del mediocre es lineal, simple, incapaz de transgredir normas (a lo más enmascararlas) de romper reglas, huele a devocionario, a pan guardado, no tiene alternativas, se va engordando de las vulgaridades cotidianas, de su falta de pasión, de esa monotonía asquerosa de tres comidas diarias y pasta dentífrica, suprimiendo quizá la pasta dentífrica, a fin de demostrar que no somos iguales. De comunistas hemos pasado a consumistas."
Raúl Pérez Torres. Teoría del desencanto.
La literatura se convirtió en el campo virtual de la revolución donde fue posible instalar a los existencialmente atormentados héroes, incapacitados para romper su dependencia vital e intelectual. A falta de héroes reales, la novela se alimentó de la imagen del intelectual-centauro y lo convirtió en el héroe; héroe que siempre osciló entre la incomprensión de las masas, del partido, de la familia, del mundo en general. No es nada extraño que los héroes abandonen su papel (o la patria), aspiren estar más maduros para comprender este país iridiscente o a la espera de que cambie la realidad para que tengan cabida todos sus sueños.
"Elegimos un camino pero no llegamos a recorrerlo, ni siquiera dimos el primer paso, nunca llegamos a existir. Todo fue un simulacro, entiendes; una representación que sustituyó a lo real y que la vivimos como si fuera la propia vida... la tragedia de los actores que ensayan una, dos, tres, cien mil veces la gran epopeya y mueren el día anterior a la primera representación real... (...) Fuimos los héroes, los mártires anónimos de una guerra que nunca se dio, de una causa que nadie llegó a conocer... No, no existió la dinamita social... Fuimos la pólvora que explotó solitaria... Oh, el doble ascetismo de la muerte... Morir sin haber existido jamás. Somos los nonatos (...) los nonatos de la revolución."
Alejandro Moreano. El devastado jardín del paraíso.
La autodenominada "Generación del desencanto"; maneja una propuesta estética desde la derrota, refuerza la constatación de la imposibilidad de cambiar la historia. La mayoría de sus integrantes participó o simpatizó con los movimientos titulados revolucionarios que luego cayeron en la orfandad al derribarse el Muro de Berlín. Una literatura de la nostalgia y el recuento, de la lamentación. Los géneros preferidos fueron la novela, el cuento y el ensayo; en los inicios de su actividad literaria se sumaron a la corriente transformadora que recorría América Latina, en sus estertores, su discurso lo desarrollan desde el recuerdo; no entienden la realidad actual: hostil, vertiginosa, individualista, identificada con estereotipos de la metrópoli más que con la esencia de lo nacional. Su grandilocuencia se ha convertido en una suerte de expiación de culpas. Entablaron a la literatura con una serie de reflexiones filosóficas y la trataron de abordar, esencialmente, como construcción de la dicotomía entre reforma y revolución; constituyendo, lo revolucionario, el mundo de las ideas encarnadas en el intelectual-mártir, capaz de cuestionarlo todo y de cuestionarse entero pero incapaz de convertir los sueños en realidad; su lucha es un enfrentamiento desigual con sus fantasmas y sus progenitores; una literatura de la derrota a pesar de estar coqueteando (desde esa época hasta la actualidad) con el poder y sus meandros[1].
Pero en contra de todas las evidencias "... quienes se instalan en el desencanto y lo racionalizan como un nuevo valor. Aparentemente radical, esta actitud es profundamente conservadora: prefiere adaptarse al curso supuestamente natural del mundo. Parece que el temor a las desgracias en que desembocaron nuestros sueños nos censura en los deseos. El desencanto genera hastío y nos acosa la fatiga. Basta mirarnos y recordar al poeta:
Os digo que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte (...) Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quien quiera diría que, no siendo ahora en otros tiempos fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino"[2]
COROLARIO
Frente al cinismo y la ingeniosidad de los teóricos de la posmodernidad[3], frente al desencanto y sus variantes que nadan en el vacío o la levedad del ser; el panorama de la literatura ecuatoriana y latinoamericana en general tiene nuevas vertientes, vigorosas voces que expresan una nueva realidad. Agotado el filón del "Boom" -del cual el Ecuador nunca participó-, que exportó a Europa el mundo mágico de la imaginería popular, existe una nueva oleada que se nutre de la mitología y sabiduría de los pueblos y nacionalidades indígenas, de los grupos con diversas opciones sexuales, de los migrantes y su caleidoscópica visión del mundo.
Uno de los aspectos más sobresaliente es la clara división entre la literatura realizada por hombres y mujeres. El protagonismo de las mujeres, en todos los ámbitos del acontecer humano, ha cuestionado el papel predominante del hombre, incluido el de la sexualidad. La mujer es el personaje principal de la literatura; a pesar de tener una carga demasiado fuerte aún del "happy end", estilo Corín Tellado, y de proyectar un estereotipo de compañero ajeno a la cotidianidad y al medio (tierno, solvente, inteligente y casi sin ninguna demanda de tipo sexual)[4]. El hombre, mientras tanto, aparece disminuido y cuestionado por culpas actuales y pasadas, reducido a la accesibilidad de los amores contingentes, acorralado por su conciencia autocrítica. Incapacitado momentáneamente para elaborar una propuesta alternativa; arrinconado en su concepción de pecado no puede salir de las cuerdas para rebatir las pruebas históricas de su culpa.
Un panorama desconcertante, rico en sus múltiples tratamientos y formas de presentación. Una realidad compleja que no puede ser abordada con los mismos métodos de hace dos décadas, con irrupción fuerte y permanente de movimientos sociales que tradicionalmente no tuvieron acogida en los movimientos políticos de vanguardia. Expresados literariamente en la superposición de géneros: novela policíaca, negra, ciencia ficción, erótica; con o sin personajes definidos; cuestionando al lector, al editor, al narrador; etc.
Pero en el Ecuador todavía existe una marcada tendencia a creer que la literatura únicamente llega hasta la “generación del desencanto”; tanto por la ineficacia de las instituciones encargadas de la difusión cuanto por los mismos personajes que se autopromocionan sin dejar que la luz descubra las nuevas tendencias y a los/as nuevos/as escritores/as. Es que, paradoja de paradojas, aquellos que luchaban por el poder a través de soñar una revolución ahora lo poseen por el prodigioso poder del mimetismo como ya lo enunciaran en sus obras narrativas...
Pablo Yépez Maldonado
[1].- El caso más conocido es el de Jorge Enrique Adum, quien, en palabras de Alejandro Moreano, demuestra la decadencia de un excelente poeta -autor de "Los cuadernos de la Tierra"-, tradicionalmente comprometido con los partidos de izquierda ahora participando de las "sabatinas del poder".
[2].- Norbert Lechner. Un desencanto llamado posmodernismo. Debates sobre modernidad y postmodernidad. El poema es de César Vallejo: Trilce, LXXV.
[3].- "El Estado y/o la empresa abandona el relato de legitimación idealista o humanista para justificar el nuevo objetivo: en la discusión de los socios capitalistas de hoy en día, el único objetivo creíble es el poder. No se compran savants, técnicos y aparatos para saber la verdad, sino para incrementar el poder." Jean-Francois Lyotard.
[4].- Véase, por ejemplo, la narrativa de Marcela Serrano.
4 comentarios:
buena pablinsky y eso que aqui falta lo del "síndrome del melocoton"
del inefable ninja leonardito
valenciano
con tanta fruiccion autodifundido
en EL PAIS periódico de la narcodemocrática familia Santos
de Locombia
sin descontar a nuestro gran
escritor del boom
Marcelo Chiriboga
de quien tanto se esfuerza
en no ser
Jorge Dije Agù
No creen que está sucediendo lo mismo ahora? Intelectuales, poetas, artistas, etc., ahora son un solo gajo de burócratas serviles que encima (y ahora con el Ministerio) siguen año y medio) y casi dos años sin haber hecho nada relevante aún, haciendo que sus colegas sigan pidiendo limosnas mientras ellos tienen sueldo asegurado desde hace más de dos años sin practicamente haber hecho nada?
Miremonos por dentro.
buena leonardito
hasta que apareciste
ya llega demolición
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