jueves, mayo 22, 2008

Cercanía, metrópoli, cosmopolitismo e imaginación

La caótica forma de concebir y ordenar el mundo por parte de los europeos, de poner el universo de cabeza para nosotros y arriba lo que supuestamente deseamos, nos ha obligado a crecer en alas de la imaginación y hurgar sobre nuestras precarias formas de adorar al sol más que al dinero y practicar la sana costumbre de los abrazos antes que el chat. Esa desmesurada forma de reconocernos sacrílegos en nuestra cosmogonía y en la non santa pasión nos ha relegado hacia la periferia de las metrópolis y los centros industrializados. De allá se emanan los cánones y las teorías, las propuestas para tratar de descifrar nuestro desorden y nuestras entelequias. Casa adentro sucede lo mismo, nos reconocemos en las limitadas voces de ciertos vates de Quito, Guayaquil y Cuenca –en el mejor de los casos-, el resto del país es invisible, no existe para las escasas casas editoriales –más que editoriales se debería hablar de imprentas nada más-, el escuálido presupuesto de las casas de la cultura provinciales no permite sino atender gasto corriente y uno que otro acto para promocionar las figuras y figurines de la comarca provinciana. Pero al margen de todo ello, fuera de las metrópolis y de los deseos de ser reconocidos por las antologías y los antologadores se produce literatura de una sensibilidad que está en peligro de extinción (si las editoriales gorbernaran el mundo):

DECISIÓN AL ESPEJO…

alguna vez tuve que vivir…

las cigarras cegaban el silencio en mis manos
quieren ser el telón de mi jazz de papel
y fusilan mi eco de saxo fumador

pero decidí nacer muerto…

caminé cuando plantaba corcheas fucsia en tu espalda
serán domingos de ombligo al sol
y esa bujía negrajoven quema vírgenes para sí

polvo que cae del eclipse de pianos ferrocarril
talvez disecaban sus motivos de hielo dulce
para enfermar las alas que recibiré por correo?

total jamás descansé de no pestañar…

el augurio cuaja un mensaje en tu pierna derecha
¿será la cortada profunda de la risa?

la sensación de beber clavos en el cafecito de tu memoria
o fue cambiar huellas por presencias?

ahora que recuerdo lo que tuve
recojo mi oreja del bolsillo
y dejo de ser al espejo…


Ó

¡QUISIERA!

lengua de fuego en el olvido
al salir el sol
cantarnos alegrías,
pero solo me extingo
en el disco duro
de este perro ocaso.

TRAGICOMEDIA

Todo se me acabó
en una sazón de canciones tétricas
y Tú
caminas descalza
sobre mi lomo maltrecho
cuando cayeron mis escuadras férricas,
mis pies ya laberintos
en este camino extraño
donde esas bolas de hielo
destrozan todas mis hojas amplias.
Cazaría palomas de fuego
para existir,
pero me abstengo
no sé por qué?
¡o sí!

Por agua tibia.

El primer poema de Patricio Cárdenas H. y, los dos últimos, de Juan Píntag integrantes del taller de literatura Magnitud nadie de Riobamba. Constatación de que el sur también existe y tiene una forma propia de expresar esa relación perversa (o virtuosa) entre la periferia y el centro; entre las ganas de estar inscritos en el cosmopolitismo y la sensibilidad que crece como el pasto a la vera de las autopistas de alta velocidad.

¿Qué es el centro, qué es occidente; qué es el canon? Todos aquellos conceptos constituyen construcciones para iniciar la reflexión del otro a partir del yo, de lo que conozco, de la certeza de mi existencia dentro de ciertas normas fijadas por mí o por mis iguales. Pero occidente se ha desplazado de manera constante; ya no queda en Grecia ni en Roma, dejó de habitar la Francia ilustrada o la España monárquica e imperial; ahora está en los EEUU a pesar de todos los esfuerzos por evitarlo y, en el futuro se desplazará más hasta llegar a la milenaria China para… ¿empezar de nuevo?

Y, en medio de esta invención de la civilización y la demarcación con los bárbaros está la noción del centro, como eje fundamentador del equilibrio, el que nos permite corregir los desbalances del cuadro para evitar vernos descolocados, fuera de foco o de la porción áurea, porque nosotros (si tenemos la fortuna de habitar el centro) somos los que determinamos la posición correcta, las normas del bienestar (y toda su desvergonzada teoría de la pobreza y sus oprobiosos mapas de la miseria), de la decencia y de la buena literatura; es decir estamos en capacidad de determinar lo que se debe consumir para alimentar el espíritu en la dirección correcta (claro). Y la estética del cannon esa concepción del arte y la literatura bajo ciertos preceptos en los que no caben (no podía ser de otra manera) la desmesura y la racionalidad de los afectos; porque poseemos otra escala, otra dimensión de las cosas donde el ser humano no es nada más que una parte del cosmos con tanto derecho a existir como la paciente tortuga o el enigmático helecho; y, el tiempo no es money ni nada que se le parezca sino el espacio donde se despliega el placer en su mágica cromática construyendo y deconstruyendo identidades, pasiones, cercanías y similitudes; es decir que el estar no es definitivamente, para nosotros, igual que el ser.

Estamos y somos o parecemos pero no siempre porque en nosotros está la máscara y la representación, la ambigüedad y la unicidad. Nunca constituyó para nosotros un dilema El hombre unidimensional de Marcuse, ni la agonía existencial –cercana al nacional socialismo- de Heidegger; tenemos la capacidad de hacer varias cosas a la vez –por ejemplo escribir, ser burócrata, poeta, intelectual, consejero del príncipe y amigo de los súbditos-; o nos burlamos de nosotros mismos, no nos problematizamos en el sentido estricto de la palabra, ironizamos acerca de nuestra condición rupestre, pedestre y campechana, porque no tenemos otra salida y, si acaso tenemos alguna a la mano nos evadimos (el problema con los evadidos es que constituye la auténtica preocupación de los carceleros); no somos los proscritos por vocación propia como aquellos que se ponen al margen porque no desean el bienestar de las sociedades opulentas (como en Suecia); somos proscritos porque nos pusieron ese emblema en la fábrica central de producción de letreros: la academia. Ya, en 1949 nos bautizaron como “subdesarrollados” como inspiración del presidente Truman para dar coherencia a la política de las entidades financieras y de “ayuda” a los países que carecíamos del nivel tecnológico y productivo de los países desarrollados; y, antes, nos negaron el alma cristiana como pretexto para el saqueo y el adoctrinamiento.

La verdadera confrontación entre parecer y ser se da entre la razón (la academia) y la sensibilidad (la cultura, las artes y la literatura); la primera pretende sentarse en la misma mesa que los grandes teóricos del mundo occidental complementando el vademécum de términos que describen de mejor manera la realidad (aquella que no entienden ni es muy cercana a ellos sino es a través de las cifras y las estadísticas); y, la segunda que recrea y goza la realidad; tanto la goza que llega a tal extremo del realismo trágico –sin el esquema de la tragedia griega pero con los mismos resultados: la muerte-.

Entonces no nos queda más que embarcamos en los sueños para construir otra patria fuera de los linderos estrechos de este país de ficción y asediamos al norte para poner en jaque su filosofía de la existencia encarándole su falta de sensibilidad, su extraordinario amor por la comodidad y la seguridad (tanto las aman que se inventan pretextos para invadir tierras que les asegure el combustible para sus automóviles sin que les importe los cientos de miles de víctimas civiles agrupados en eso que llaman asépticamente: daños colaterales); y la figura de Nietszche y su crítica de la moral llegan al absurdo porque “occidente” no llora ni se disculpa por los horrores que es capaz de generar a través de sus fuerzas de ocupación sino que se solaza criminalizando a los desertores de ese gran naufragio que es África o pateando sudacas en sus metros.

Pero el espejo tiene una cualidad: nos devuelve enteros en nuestra miopía porque pretendemos construir las alternativas a partir de esos escombros. Y desde esa racionalidad absurda demarcamos y canonizamos. Es decir los felipillos de la comunidad intelectual actúan de intermediarios en el enmascaramiento de esta realidad bullente, mágica, contradictoria e inequitativa. Y, con la voz de los académicos, se desprecia la rudimentaria incomprensión del “interés estatal” para hacer de este país un centro minero para realimentar (otra vez la misma historia) las fauces voraces de “la industria”.

Nuevamente recaemos en el discurso de la periferia, las metrópolis y ... la falta de imaginación que, como en el caso de los dos poetas de nuestra periferia nos demuestran que lo que sobra es la imaginación pero que aún está ausente en los obscuros y fríos círculos del poder; y, que la cercanía es una condición que nos impide reconocernos...

Pablo Yépez Maldonado

2 comentarios:

K-OZ dijo...

FELIZ CINCUENTENA
DON PABLINSKY
ESPERO QUE AHORA TE DECIDAS
A PUBLICASH TUS MEMORIAS

K-OZ dijo...

ya llega
demolición
pre para té