martes, mayo 13, 2008

La Kbzuhela o la renovación perpetua

Cavilar de arriba para el centro, conocer el otro yo de la seriedad encuadernada, desenterrar los fantasmas y ponerlos a caminar, construir un acuerdo para renegar de él a la semana, asistir a los talleres casi con vocación mística de desahogo y reencuentro, vociferar y acunarse, acompañarse en su soledad voluntaria, en su hastío de las normas y las buenas costumbres, desbaratar los horarios solo por el gusto de hacerlo para luego sentir el temor de no pertenecer, estar siempre y no quedarse; ser y no parecer, vivir a plenitud al filo de una gillette, construir y derribar, barajar los días para constatar el persistente sonido de los segundos en medio del desasosiego y la incertidumbre. Parece un escenario conocido y, sin embargo, algo ha cambiado; ahora presentan sus obras, ahora tienen la oportunidad de enfrentar la crítica mordaz o la más absoluta indiferencia, la comparación y la constatación de los errores, pero fundamentalmente tendrán que soportar la lectura ávida de los lectores atentos que descifrarán sus textos y mirarán semidesnudos a sus autores; porque de eso estoy seguro, pusieron todo de sí en esta pasión que libera y aherroja, que nos convierte en perspicaces conspiradores de la realidad y sus vomitivos.

Este grupo forma parte de la generación pos 11-S y la paranoia antiterrorista; si es que cabe seguir hablando de generaciones, pues la sucesión es más rápida y la tendencia a la obsolescencia programada es casi generalizada. Cada tres años cambian los modelos tecnológicos, por eso el tiempo nos parece más vertiginoso, pues todo se construye para desechar y olvidar si no sirve a nuestros propósitos hedonistas. Este vértigo aparente responde a nuevas formas de cronometrar el tiempo, para que las facturas se ajusten a los segundos.

Nosotros somos una prueba de aquello (todos y todas para estar de acuerdo con el argot de género); repasamos los minutos cada vez que nos pasan la cuenta. A todos nos sobrepasarán las ediciones de nuevos libros de literatura y, así nos propongamos, nunca podremos abarcar el amplio panorama de lo que se escribe, edita y publica a diario en el mundo; ni siquiera lo que se dice, se aspira, se sueña en este país, en esta ciudad, en nuestro barrio; porque la información excede nuestra capacidad de comprensión; a todo ello se debe sumar la proliferación de los bloggers que están atentando –en buena hora-, contra los cánones, el deber ser y la forma correcta de escribir, y los mensajes por los celulares crean una nueva ortografía que descoyunta las sagradas reglas de la real-y-endé-mica-a-ca-de-mia-de-la-lengua debido, fundamentalmente a la economía del lenguaje y a la ley del menor esfuerzo.

Entonces ¿qué hay de nuevo en esta convocatoria? Todo y nada: es decir, el ciclo vuelve a empezar para que se ponga en evidencia que la imaginación y el sueño permanecen en nosotros de manera consustancial y que nunca (por lo menos eso esperamos) nos abandonarán. En medio de esta efervescencia de construcción y deconstrucción de identidades (cuando en realidad la identidad solo existe como concepto en matemáticas, es decir en la abstracción más pura), encontrar una razón para existir, escribir y publicar constituye un acto de confrontación con la literatura, el mundo y uno mismo, además de justificar nuestra existencia.

Qué pretende en medio de este caos el grupo La.Kbzuhela con su proyecto editorial, con sus cinco libros, tres de poesía y dos de narrativa y una novela en proceso de publicación; ¿qué es lo que atraviesa su propuesta, qué los convoca, los une, los retiene, los motiva, los repele, los vuelve a juntar? ¿Qué protervos motivos persiguen con la puesta en escena de sus particulares visiones del mundo, sus azarosos, procaces, profundos, ingenuos y a veces intrincados textos? ¿Qué nuevo reto plantean a los críticos, a los estudiosos de la literatura o a los comunes y corrientes lectores con la presentación de estos libros?

¿Qué es una generación? ¿Se puede hablar de generaciones en la actualidad cuando el universo de preocupaciones se ha diversificado tanto que es casi imposible hallar un punto de encuentro entre las comunidades de jóvenes, adolescentes o adultos de una ciudad o de un mismo barrio? Si descontamos las preocupaciones básicas por la subsistencia la cantidad de información que consumimos y la diversidad de fuentes de consulta, la particular forma de emitir respuestas y de enfrentar la realidad hace que cada agrupación de individuos constituya una cofradía –con sus propios y particulares códigos de conducta-, y responda frente a su específica condición en este mercado global donde cada quien pretende acaparar la mayor cantidad de bienes para disfrutarlos o, más bien para exhibirlos, frente a los demás. Solamente como aproximación a una particular manera de concebir y entender el mundo de un grupo de personas y con los riesgos de la didáctica se puede hablar de una generación; además, hay que considerar las limitaciones de la cronología y la casi nunca especificada relación con la realidad concreta; ahora cada vez más diferenciada y a la vez con una tendencia a la homogenización.

Pero ¿cuáles son las fuerzas centrípetas que logran que un grupo de jóvenes se reúna casi religiosamente y de manera semanal durante más de tres años para confrontar textos, debatir propuestas, para torear la soledad, para compartir el vino de la existencia? Para contestar esta pegunta es necesario remitirse a los textos para encontrar aquellos ejes que articulan el discurso propio de una generación nueva, con una personalidad absolutamente distinta a las precedentes y, sin embargo, en esencia, con la misma expectativa.

Si, para abarcar el universo, es preciso condensarlo en una palabra, ello también es pertinente en este proceso de comprensión; Pravda, contiene el cuerpo, su reiterada referencia a los elementos físicos del ser humano es una constatación de que el último reducto, donde se libra la más feroz batalla es en ese espacio donde nosotros mismos somos los contendores; Pravda es la vocación por la sensualidad, el erotismo, el placer por la soledad y el contacto con el otro; Zaratana, en cambio es la obsesión por el mar, por la libertad, el olvido y la soledad; es la mirada obnubilada por la grandeza y la magia del mar que encierra todo ese mundo donde cohabitan los seres mitológicos y otros no tan mitológicos ni tan mágicos como nosotros mismos; por su parte Certezas híbridas es el diálogo entre las evidencias y las citas conocidas y la incertidumbre; la soledad construida sobre los andamios del erotismo y su objeto de deseo –casi nunca encontrado-, es el descrédito del discurso para reconvertirlo, es un atentado a la sintaxis del amor y su recreación.

Esas son las líneas fundamentales en los tres libros de poesía como una primera y muy breve aproximación; en cuanto a los dos libros de cuentos o relatos cortos; Cuentos involuntarios es la constatación de la dualidad, es la reconstrucción del espejo para ver y vernos en nuestras dos dimensiones absoluta y diametralmente opuestas, es decir es la recuperación de ese vizconde demediado que deambula entre nuestro parecer y nuestra conciencia, es una eficaz y condensada fórmula para regurgitar nuestra pertenencia –no somos animales puros ni pretendemos serlo-; por su parte Kaleidoscopio es la búsqueda de aquellos seres atormentados por la idea de la muerte y la soledad, aquellos que expiaron su originalidad a través del suicidio o la locura –esa aparente locura que cuestiona el orden establecido, pero a la vez es la demostración de que la imaginación tiene un poder que sobrepasa lo efímero de la vida y la esquizofrenia de la rutina.

En pocas palabras esos son los temas recurrentes de estos cinco escritores, claro que no pretendo con esto quitar la magia a las interpretaciones individuales y muy personales que cada lector haga por su cuenta. Pero este ejercicio, complementado con otra obra que está por publicarse, esa novela –famosa desde ya-, Chicos de casa sin piscina, configuran una propuesta, vigorosa, cuestionadora, madura a pesar de la juventud de sus perpetradores, conmovedora por la lucidez en su quehacer literario, alejada de los pretendidos cánones en los que supuestamente se desenvuelve la literatura de esta tierra mitológica.

A contrapelo y como contrapunto de aquello que se llamó “Cinco como un puño”, este grupo, como exponente de su generación, tiene seis o siete exponentes, tal vez como expresión de las mutaciones genéticas muy en boga en estos tiempos de guerras bacteriológicas y misiles “inteligentes”. Entonces se nos puede llenar el morral de citas para explicar su propuesta, que Ciorán, Morín, Nietchzche, Kafka, Virginia Wolf, Easton Ellys, Miller y todos aquellos que deambulan por las estanterías de las librerías de libros usados y las páginas de Internet; sí, ellos y muchos más: está presente la literatura ecuatoriana y su vasta selección de poetas casi inéditos y peor leídos, está en escena la novísima literatura latinoamericana con esa visión desgarrada que raya en lo trágico –pero debo hacer una salvedad, en el caso que nos ocupa no es una tragicidad profesional, un goce del infortunio en sí mismo, sino como constatación de que las puertas escapatorias no existen como se pudo comprobar dramáticamente en la Discoteca Factory, que las soluciones a las crisis no se halla en el desenfrenado consumo como lo evidenciaron los afectados por el feriado bancario (y el que está por comenzar). Todo de nuevo: cíclica y mágicamente. Ya no es factible la evasión ni el desencanto, solo la posibilidad de vivir las circunstancias y paliarlas con todos los métodos imaginables que se tenga a mano: a nado hacia Europa para caer en los espejismos del bienestar de las sociedades “satisfechas” (¿de qué?, vaya uno a saberlo); a horcajadas sobre la soledad y sus escondites mágicos donde cohabitan el orgasmo y la rutina; de frente a la realidad virtual y su fría pantalla de plasma, ejercitando la crítica acerba sobre los sitios donde desgastamos nuestros cuerpos; pero siempre y como último recurso la ternura donde nos refugiamos para redescubrirnos enteros pero fragmentados, cínicos pero humanos, frágiles pero optimistas frente a nosotros mismos; porque de eso se trata, de reconstruir este universo con el material que poseemos, con el lenguaje elaborado por nuestros peculiares y particulares músculos con los que nos inventamos la vida.

Este grupo, de esta generación, pone en cuestionamiento a las mismas instituciones en las que desarrollaron su trabajo –porque el paraíso y las promesas son ficticias-; estos escritores abocados a una realidad donde la reciprocidad es más valiosa –si se quiere sacar adelante los auténticos y más profundos sueños-, que las dádivas y los compadrazgos; estos jóvenes escritores dan fe que la pasión es más decisiva que la propia razón y las constituciones y, que las revoluciones –está comprobado-, si no lo transforman todo no cambian nada.

Entonces bienvenidos y bienvenidas al mundo mágico donde cada uno de nosotros porta el código para rehacer el mundo, para reconstruirlo en su múltiple y cambiante realidad; como aquellas estructuras fractales donde cada uno es, en sí mismo, una parte y a la vez el todo. Bienvenidas Johanna y Andrea, bienvenidos Paul, Freddy, Marco, Santiago y Juan Pablo porque es demasiado violenta la esperanza para refugiarnos en el desencanto o en el secreto; ahora que los vientos soplan tan fuerte como invitándonos a reedificar las sociedades sobre bases más sólidas, más auténticas y más diáfanas, más profundas y humanas.


Pablo Yépez Maldonado
Quito, 8 de mayo del 2008

1 comentario:

EL BUHO ANDINO dijo...

bien don pablito
cuándo sacamos la obra
de marcelo chiriboga
el gran escritor del post boom
que estabamos esperando