viernes, septiembre 28, 2007

ENTRE BAKUNIN Y JACKELINE EN BLUE JEANS...

Recordando a Marco Antonio Núñez Duque
(Quito 1967-1988)

Por: Diego Velasco Andrade*


" el público subido en la tarima
los poetas en los asientos
los poetas piden autógrafos al público
el público declama los poemas

los poetas aplauden..."

Marco Núñez Duque









Poner de cabeza al mundo, a un mundo que independientemente de nuestra conciencia, ya vive de cabeza, quizás esa fue la constante de Marco Núñez Duque, en sus textos y en su vida; porque su vida y literatura fueron inseparables, como su poesía de la cuántica, o su teoría de la relatividad de la utopía...

Y poner de cabeza a su propia cabeza, aquejada de una lúcida esquizofrenia; de una utopía galopante sin lugar y sin nadas, sin coordenadas: ésa fue también su batalla; poner de cabeza a un mundo razonante y "razonable", desnudando a Marx de su racionalidad ortodoxa y también a sus cuerdos revolucionarios criollos, para dejar que el ácrata Bakunín saliera de su tumba a hacer el amor, con la despostillada Jackeline de su obra póstuma "Entre Bakunin y Jackeline en blue jean..." (Colección matapiOjO 1989).

Y así, poniendo de cabeza aquel mundo, que "ni él mismo se creía", Marco Núñez pudo sacar la lengua al poder y empezar a inaugurar en su cabeza, un otro orden más tierno, pro "imaginante", hecho de azares, pretextos y ucronías; poblado de escuadras espirales y de físicas sin volante; ese mundo marciano y antipoético : "Sin novedad en la frente", donde "la ortografía es una mandarina", como ya lo dijeran otros locos en el París del sesenta y ocho, que Marco tanto admiraba.

Y, quién sino Marco Núñez Duque, para cuestionar el poder desde la antipoesía, cuestionarlo sin que el mismísimo poder se diera cuenta, "cuando nos tomemos el poder nadie se dará cuenta", decía...; así que ¡a cuestionarlo desde el anonimato¡ y a emprender en el proyecto de su novela siempre inconclusa que parodiaba a la de Jorge Dije Agú…; cuestionarlo a dentelladas y centellas, a zanahoriasos y rebanadas de queso, a hachazos sin ache. Quién sino Marco Núñez Duque "el cuerdo de remate", el superhéroe en calzoncillos del matapiOjO; y, para sus amigos de la juventud comunista, alias el ''autocomandante'' Baku...

Eran los 80: ¿la década perdida?; entre leones y borgistas, entre chinos y camarones, entre radicales y revisionistas, unos cuantos locos se estrellaban cual mariposas contra las luces y barrotes de la oligarquía; la utopía se pintaba roja en los muros y se recogía cenicienta en las cuevas de los torturadores. Una generación trunca entre el Che, Alfaro y Jarrín era vigilada bajo la lupa de la ''inteligentzia'' (militar). La fría lógica del poder mezclaba en un solo saco a mendigos, poetas o guerrilleros, y los lanzaba sin más a las gélidas aguas de una laguna o los enterraba a los pies de un árbol de puma-maqui ; y andar como Marco o Baku, repartiendo volantes y recitando poemas y cuentos incoherentes, con pasamontañas y pañuelo rojo, era "sospechoso", obviamente "subversivo", ya lo habían advertido en la víspera, los viejos robles del león (el ministro Robles) y los tordos buitres oficiales ("el torvo gorday")...

Marco Núñez Duque llega un viernes de 1985 a la biblioteca de El Ejido y se fascina con el descubrimiento de un clan utópico interesado en eliminar al insecto que se reproduce en la calva de la pobreza (¡matapiOjO vive, espantajos¡). Viene de enredar a la física cuántica con la teoría de la relatividad en una aventura politécnica frustrada; viene sin saber cómo diseccionar un texto, ni especular sobre paradigmas y sintagmas... ; mas, él se ilumina con la utopía de "socializar los medios de producción literaria"; con reproducir el taller en núcleos de niños, jóvenes y ancianos ; con distribuir entre las más amplias masas, la chistera del mago, el muro descascarado y los cadáveres exquisitos: ese ''surrealismo a la criolla'', con que Nicanor Parra, nos había hecho "ensoñar"...

Venía de egresar del colegio Juan Montalvo; de lanzar granadas gaseosas a los "chapas" en la indoamérica; de recibir una esquirla en la pierna, como su mejor medalla de cuasi guerrillero adolescente; venía también buscando un amor... un amor que pudiese calmar todas sus ganas de amar... ; mas, solo encontró un amor colectivo, un amor de grupo; y entonces el gato félix, pablinsky, edwin, makarios, walter y susana, y luego vitorius, paco benavides, gorter, el fabianus, los lulupos: leopoldo tobar y alfredo pérez y cómo no: jackeline, magdalena, ruth, silvia, aleyda y soledad… fueron los musos y las mesas, los mozos y las misas de sus textos de cabeza ; de esos collages equilibristas, mezcla de filosofía anarquista, geometría analítica, física cuántica, patafísica pura y sobretodo, gran soledad...

Y así, Marco Núñez Duque, decidió ser un matapiOjO dispuesto a imaginar contra el poder, un "escarabajo utópico" que se burlaba de la muerte tecleando a contraluz de su padre (viejo empleado del basurero municipal) sobre una vieja máquina colegial ; dibujando una hoz y un martillo en su premonitorio "Fusilamiento maquinado". Marco era una liebre antidemocrática jugando en ''La cueva de Zoonderet"; un Romeo cuántico haciéndole el amor a la Física sobre un plano inclinado.... Hasta que, un 13 de abril de l988, tras su "peligrosísimo seguimiento y captura" por la CIA, KGB y el SIC reunidos, nuestro inefable "autocomandante" desaparece, y solo aparece días después, flotando en las turbias aguas del Machángara.

***
Hoy, a casi veinte años de su muerte, vuelven a cabalgar sobre las hierbas de El Ejido, su superhéroe en calzoncillos: Bakunin y también Jackeline: su rota Dulcinea en blue jeans... ; son la peor ofrenda para cualquier cineasta que no desee ser famoso con su historia abducida, ni convertirlo en una tierna leyenda de la década perdida: los 80; una historia de superhéroes de carne y hueso como la de aquellos cientos de fantasmas de muertos, torturados y desparecidos, que aún no terminan bien de recoger sus pisadas...



Física: Otra vez tendré que acostarme contigo...
Marco Núñez Duque


En los bailes, la distancia de las parejas es directamente proporcional a1 ritmo de la música. ¿quién baila con más velocidad : una tortuga o una pareja de enamorados?

Sin demora contesta Alexandra: la tortuga. Respondo así: la distancia de los enamorados es directamente proporcional su velocidad, por lo tanto si la distancia tiende a cero, la velocidad también; de ello se deduce que la tortuga baila con más velocidad.

Entonces Física, tomas la forma de una chica de ojos color ultravioleta, cabello de vidrio fusible, tu pecho en forma de representación espacio - tiempo, pasas la lengua por tus labios infrarrojos, dices: lo que hablas es bellísimo; hacemos el amor con movimiento armónico simple, recostados en las páginas del texto; al terminar te acaricio, hablo suavemente de la teoría de la relatividad y tú, excitada, muerdes mis labios y respondes con cálculo los cables y en cortocircuito salgo con la longitud de onda de un cuantum.

Voy donde Alexandra y le digo: "sabes que desde que te vi me gustaste y quisiera ..."; ella responde: "no puede ser, eres un politécnico y yo soy humana; mientras tú calculas la cantidad de movimiento del bus urbano, un chico normal me besa apasionadamente”; en vez de acariciarme dirías: "salió el problema 250 libros/segundo". Entonces, le lanzo mi indiferencia de rayos catódicos. Te encuentro desnuda... recostada en el plano inclinado..., otra vez tendré que acostarme contigo.


*Escritor y miembro fundador del matapiOjO en el Quito de los 80, junto a Pablo Yépez, Hernán Hermosa y Makarios Oviedo. Actualmente es miembro del grupo K-Oz, y dirige los Talleres de Literatura de la CCE.

martes, septiembre 25, 2007

"LA MEMORIA CONSTANCIA DEL OLVIDO"

Comentario a la selección poética de MIGUEL DONOSO PAREJA
Libro de K-Oz

Por Diego Velasco Andrade*

“toda invención es real
solo si hay alguien
que la sueñe”
M.D.P


Es el mar, es el incesante bambolear de las olas fluyendo en su rítmica espiral de azares...es siempre el mar, el rítmico paisaje donde se perfila con nitidez la obra poética de Donoso Pareja. Y es también el mar, la metáfora sinuosa de “lo imprevisible” en donde se desarrolla la búsqueda de su inalcanzable musa Gudrum, perdida en las turbulentas aguas del amor, pues el amor como el mar, es solo constancia de la memoria y del olvido...

I
PAISAJE MARINO CON NIÑO JUGANDO JUNTO AL MUELLE



Años 30: un niño juega en primerísimo primer plano en el muelle de Puerto Rico, puerto petrolero junto a La Libertad, antiguo territorio valdivia: escenario azul de la infancia de Miguel Donoso Pareja. El azul del mar como telón de fondo, es un cuadro de Magritte, humedecido por el incesante ir y venir de las olas, con su rítmica espiral de azares...

Y es en el mar, la metáfora sinuosa de “lo imprevisible que nos trae la vida”..., ese paisaje en donde se desarrollan los textos de Miguel Donoso, metáfora espiral en la búsqueda incesante de su musa Gudrum en las aguas turbulentas de la memoria y es también G, la letra difunta de su amor, porque el amor es a la vez para el escritor, memoria y olvido.

II
G, ESPIRAL INTERMINABLE

“G espiral interminable”, forma dinámica y primigenia del embrión, del vegetal y el animal, del microcosmos del ADN o del macrocosmos de la Vía Láctea...Forma que adoraron los antepasados valdivios del poeta: el spóndilus sagrado, que simboliza a la creación.

Para nuestras culturas de tradición, la vida natural, la vida cósmica y la vida social, estaban ligadas por una espiral que siempre permanece y regresa incesantemente y a la que los andinos llamaron pacha kutik: espacio-tiempo que vuelve y pone de cabeza al mundo y sus formalizaciones de la realidad, cada quinientos años...

Y G también, es Guayaquil, la ciudad originaria de Miguel, la simbiosis de la G de Guayas y la K del tsafiki Kil, lenguaje del Ki o centro del mundo en la desembocadura y mestizaje de las tierras altas y bajas del Ecuador, en el húmedo útero del golfo de Guayaquil: simbiosis de las culturas andinas y costeras en el caudaloso delta del Nilo ecuatorial.

G es también la octava letra del alfabeto, la nota musical inglesa y el número 8, el lambda griego y el infinito que no tiene principio ni fin y que en el texto de Donoso Pareja, representa a la memoria: ese paisaje utópico en donde “no hay amor sino amores y no hay dolor, sino dolores”.

IV
“MEMORIA CONSTANCIA DEL OLVIDO”

La memoria es la brújula del marinero que evoca en el presente-pasado, esa “certeza indescriptible del vacío/ memoria irreparable del olvido”, porque... “si G es memoria/ solo queda/ su vacío/ la /oscura sensación/ de recordar borrándonos/ sustituyéndonos por otro en el camino/ paladeando/ los olvidos sucesivos/ la invención/ que hicimos de nosotros”... así, “la memoria, como constancia del olvido”, es para Miguel el reino caleidoscópico en donde nunca puede reinar lo absoluto, siempre lo plural, lo imprevisible y caótico, lo diverso...

V
EXILIO Y NOSTALGIA O
“LA EXISTENCIA DEL DECAPITADO”

En las noches de luna imaginaria en el país de la gran Tenochtitlán, el joven valdivio, ya convertido en Henry Black el marinero, -alter ego y personaje arquetípico de Donoso Pareja a lo largo de toda su obra-, reemprende la búsqueda de la mujer amada en el espacio espiral de la memoria; imágenes sonoras y sinestesias persiguen la silueta de Gudrum por todos los rincones de GEA. Donoso es el navegante que somos todos, en el imprevisible vaivén de la memoria, aunque la mayoría de nosotros a la deriva y
Sin conciencia poética de aquello: uno al otro inventándose/ en la angustia, miserable del desasosiego”

Y en su viaje de circunnavegación Henry Black busca a la mujer y busca al eros como “centro abisal de todos los sentidos”, busca a Gudrum “atento a lo brutal de su esplendor/el lomo de la iguana/ el grumo de la esperma”. Porque “en la devoración del otro y la ansiedad de lo absoluto” en “la suave imbricación/ del dos” en “la erótica cumplida”, está también presente la búsqueda y travesía hacia nuestro puerto final, hacia “esa noche que no tiene despertar”... hacia ese gélido “instante del relámpago”.

VI
SELECCIÓN POÉTICA Y TEXTO PLURAL

Este libro es como el mismo autor lo ha querido: un “texto plural con todas las entradas y ninguna”, abierto al mirar y admirar de sus páginas, quizás guiados por las olas del azar, a una “lectura y escritura simultáneas”, en donde la espiral de la memoria, de la mujer, de la erótica y de la muerte, desean fundirse en aquel templo de lo fértil femenino que porta Gudrum como su símbolo sacro: “el templo de su pubis / espóndilus sagrado”... “todo después de tí/después de siempre/amor invulnerable/presencia de luz de lo imposible".

Henry Black o Miguel Donoso o los dos a la vez, solo hicieron un alto en su puerto valdivio para meditarlo, releerlo una y otra vez mirando a veces a la estrella polar y en otras a la cruz del sur y quisieron echarlo a bogar en el mar de la memoria como una botella de náufrago a nuestras orillas. Miguel sabe que para todo buen navegante de la escritura, al final de la travesía solo le queda su obra, esa “gélida sonoridad guerreando sobre el mar”... “en el lecho amortajado/ del oleaje”... allí donde “solo el silencio prevalece” y como su intuición poética nos advierte

“al desovillar la espiral nos daremos cuenta”
que tan solo “somos la constancia del vacío”.


*Escritor, miembro fundador del colectivo K-Oz; dirige los Talleres de Literatura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

viernes, septiembre 14, 2007

“Mirando brotar de las orugas simples mariposas…”

o, palabras necesarias para leer
AHI LOS VIDRIOS,
selección poética de Alfredo Pérez Bermúdez,
querido “perro ebrio” que hoy busca,
nuevos y solares senderos.

Diego Velasco Andrade*


AHÍ LOS VIDRIOS, selección poética 1982-1998 (K-Oz Editorial, 2007), comienza con unos pocos textos de su primer libro INICIALES (1982), cuyas hojas mimeografiadas fueron echadas a volar a manera de avioncitos poéticos entre los funámbulos artistas del tradicional barrio Las Casas, allá a finales de los 70, hoy descabezado por la autopista occidental; poemas compartidos entre amigos de la bebida, de la poesía maldita, de las barbas de Marx, de la ganga de Bob Marley y de la danza; por ello, no han sido reconstituidos por el autor, sino a través de húmedos papeles amarillos y débiles colillas de memoria:

“Las horas transcurren/como pétalos transparentes e invencibles/ …Los nocturnos compañeros de la soledad rehusan a escapar de sus celda de / amapolas/…La música de la oscuridad/ lira moribunda”, dice el inexperto poeta y confiesa en voz alta su afán de integrarse a los cánticos de Rugama, Borges, Cardenal, Roque Dalton que llegan al país desde una convulsionada Centroamérica: “ en mi adentro/flotan campanas/que evocan con su boca de bronce/los embrujos de mi propio sonido de gigante”…/Bárbaras criaturas/ sobre mis bábicos tejidos/ La lenta lánguida médula/de una muértela tristela”…

El ilusionado poeta de la juventud comunista, aprendiz de danza y admirador de las puertas neuróticas de Jim Morrison, tanto como de las frescas canciones de Patricio Mans y Alfredo Zitarroza, ensaya neologismos, danzando sobre las palabras, como queriendo jugar con los sonidos que le traen los vientos nuevos que llegan desde El Salvador y Nicaragua : “Sobre su cuerpo la música de todas las partes/…La dramática aventura de la palabrala”… ¿o quizás de la palabra la ?…

***

PARA ENCANTAR ESTA MUERTE, (1992) inaugura la etapa de oficio y de conciencia poética -antes que política - de su autor, que se interpela sobre su misión preguntándose qué es un poeta ?...“un marica que escribe sobre la espuma/ o un soberbio que desprecia/ la leche toda de su mami/ tan buena protectora/ de quien concibe la virtud del vicio/ la manera de jugarse la ruleta rusa/ antes que le atraviese el plomo”…

Han terminado los 80 y el poeta ha visto esfumarse a Marco Núñez Duque, Gustavo Garzón y a tantos otros… y sabe muy bien responder a pregunta tan poco solemne: ¿Qué es un poeta?/sino un helicóptero/ al que algunos imbéciles insecticidan”...En especial sabe que adentrarse en la literatura, es también internarse en un laberinto del que muchos ya no volverán ilesos:

“De manera que he dado en el lugar/ exacto/ donde habían decidido/ mi última y definitiva muerte”…

Pero también el poeta se indaga sobre la identidad, aquel animalito escurridizo que nos ronda y picotea desde la escuela, primero como un fantasma patriotero, heredero de los viejos himnos militares de generales y brigadieres de antiguas e imaginarias tiwintzas pero sobretodo como tabla de supervivencia, puesto que para saber a dónde ir, el poeta primero quisiera saber de dónde vino:

“Antes de ser ecuatoriano/ fui concebido en la imaginación/ de una madre furtiva/ quizás era un tubo de ensayo/ por medio del cual/ debí ser un osado astronauta/ para traer los anillos de sourt a la tierra/ con los que permaneceríamos unidos/ toda la vida”¡ qué aburrida! la muerte también”

Y quizás más allá del “poeta como héroe” o como víctima, Alfredo Pérez asume lo inútil del oficio y su fugacidad en una época antilírica, mercantil y nada heroica, cuando las viejas utopías han sido derrumbadas y la gran mayoría de ex poetas y revolucionarios de cafetín y ratitas de barco, buscan una nueva justificación para su cómoda existencia:

“No hay razón para escribir/ estos injustos versos/ versados en la nada/ sólo sé que he mirado al cielo/ y apenas he alcanzado a tocar/ el timbre de tu casa/ Nadie ha contestado”…

“Dirás porque me viste/ en la peor de las cantinas/ que soy un vulgar borracho que entre viejos alcohólicos/ y drogadictos/ estuve oliendo a demonios/ como si los demonios olieran a eso/ Comentarás el dato raro/ en el círculo de amigos tan bonitos/ de quienes ya me cansé”

Entonces el poeta se hunde también en los vericuetos alucinados de la ensoñación de Castaneda, de las nuevas sicodelias y de la casi muerte: “El amor es mi adicción”, -dice- y nos describe sus pesadillas:

“Hormigantes pisadas/ como pumas negros/ que en estampida de perturbación abandonaron las batallas/ botan tóxicos”… “desde un montículo de/ inservibles tarros/ una petrificada y oscura voz/ farfulla:/ bienaventurados los borrachos/ porque sólo ellos ven a Dios... dos veces”.

CRUZADO y SIN CRUZ, crucificado en su gólgota urbano el poeta curioso y metropolitano del Quito noventero, otra vez sin sueños ni utopías “municipal y espeso” como lo describiera el decapitado de inicios del siglo XX pero ahora a fin de siglo; destrozando su espuria humanidad en miles de vidrios dispersos en las veredas del centro colonial, en la falaz gringolandia o en el serpenteante Guápulo, reducto de bohemios, poetas, músicos, aprendices de shamanes, “bridgeros”, peyoteros mexicas y charlatanes de toda laya, de ahí que podamos comprender el sentido polisémico de titular su selección poética: AHÍ LOS VIDRIOS:

“AÑICOS

Hay que estar/ alucinado/ para ver un poema/ en un conductor de moto/ a alta velocidad estrellándose/ contra un muro”...“Fui cayendo como una hormiga/ en un océano de aire/ o más bien dicho/ de compuestos químicos…

Fue toda una experiencia/ Quisiera detallarte en lo más mínimo/ pero estoy algo confuso/ porque bruscamente desperté / con tu peluca en los brazos”…

Quizás por ello la conciencia vital del poeta actual que conocemos, sea el reconocer en su pasado haber tocado el límite, haber chocado contra el muro de la propia lógica social, de su propia conciencia de supervivencia;

“Que cómo estoy?/ ya verán/ aquí/ hipotecando el cuerpo/ vendiendo mi alma al diablo/ saciando la sed de todas luces/ caminando las plazas del teatro/ día y noche/ rescatando huérfanas/ metáforas/ alumbrándome/ desde hace siglos con la bronca de dios”.

***

En PERRO EBRIO (1998), el poeta se transforma en can, habla con boca de espuma, es un perro de filudos caninos, que deambula sin norte por calles, plazas y avenidas; mas no el miedoso "perro de rico" y de pedigrí; es el mismísimo poeta urbano, que buscando un hueso o un pan en el asfalto se pregunta: “¿de qué sabor será ese dinosaurio?”

Es el perro emputado y emputecido, perro cínico, perro asesino en potencia, el que somos todos (y “todas” diría alguien con conciencia de género) cuando nos vemos cotidianos y sin maquillaje. Es el perro poeta borracho que asalta versos y esquinas robando a los sátiros, se mete en lupanares y hace el amor con deliciosas perras nocturnas. Es el mismo perro poético de Jacques Prevert en "le chien á la mandoline", o el mismísimo “perro tocando la lira” del Euler Granda tzántzico.

Y no nos asusta este perro borracho, porque sea como nos dice el mismo autor: un "fantasma exquisito complicándolo todo", nos asusta por sus ladridos, por sus mordidas en el ojo bizco de nuestra moderna hipocresía y, peor aún, porque no parece tener ningún interés en ser reconocido por La Realísima Academia Ecuatoriana de la Lengua, peor aún por La Sociedad Protectora de Animales.

En continuidad con su poesía fabricada en los 70 y 80, aquella de escepticismo social, de crítica mordaz, sarcástica y sin utopías, el poeta de los noventa ahora se limita a sintonizar con su olfato el basurero que olemos a diario, y aunque pareciera desinteresarse de lo que va más allá de su pelaje, en su canina poética subsiste la crítica social no como una evasión, ni tan siquiera como un alegato, ni como una búsqueda erótica, espiritual o existencial ( otras vertientes en la poesía ecuatoriana de fin de siglo XX) sino más bien como un solitario aullido a la luna, como un ladrido sin eco en los muros de la noche...

En estos textos el perro hablante asume la primera persona,- que no corresponde al poeta-, sino al yo perro ebrio y voz poética que nace, crece y desencarna, en un mundo donde no hay resurrección a la vista, ni futuro, ni salida posible, pero siempre habrá algo inconcluso moviéndonos la cola. Sucede que el poeta perro ebrio, ya no se atreve a ser anunciador de paraísos sociales y democracias al uso y abuso y, con su olfato de diez leguas a la redonda, es el único que se resiste a llevar escafandra, ante la corrupta pestilencia que paulatinamente nos invade:

" abro mi ventana/ para que el viento de la nuit/ refresque mi comunista y sufrida cabeza" , nos dice y se muestra convencido de que " amar es como matar a una mujer", el poeta ebrio, perro maldito, salteador insomne de “fast foods”, paria incomprendido, deambula lunático entre gays, discotecas, boutiques y otros perros decentes ladrando :

"...ah! estás intrépidas gentes químicas/ no comprenden el perfume/ ni el agua"…todo aquello mientras, un “dios vocifera en los televisores…es un caníbal/ que atiza el fuego en los lupanares".
Entonces, el poeta perro se desata de collares y arriba a su madurez poética y "libre como un paria", con " la cara magullada de tanto limpiarse y parecer decente", solo le queda la angustia terrestre, tirarse de los pelos y auto-expulsarse del paraíso, para luego despellejarse, porque en el futuro ya no hay esperanza...

En derredor de perro ebrio "tornan devotas víboras/ a depositar sus huevos en las bocas", y granizan ángeles prófugos como una "llovizna en la oscuridad”; son ángeles caídos a las alcantarillas desde el limbo de la modernidad global, aquellos seres que no quieren permanecer sin Dios, eternos y perfectos, que mueren por bajar a la tierra a divertirse un poco: "Señor no quiero que te caigas y me dejes solo/ aquí/ arriba señor/ en esta ciénega azul...”

Porque el poeta perro, aunque ebrio, al igual que los niños y los locos, aún intuye las nociones del bien y del mal, pero a diferencia del autonombrado "poeta social" de otras épocas, no busca, ni propone ningún Edén, ninguna pócima milagrosa para cuando llegue el 2007...

"Asumo el viento que se cuela por mis muchas narices” ...nos dice el poeta can, a quien no le corresponde dar sermones, ni rezar cuatro avemarías a la virgen de las lajas; solo le cabe golpear, aullar, rasguñar, tañer las campanas del basurero, hociquear rabioso aullando a la luna, a ese satélite luminoso que es pista de alunizaje para otros ángeles tan prófugos del paraíso y tan cuadrúpedos como él.

Y el perro neurótico que vagabundea sarnoso y tan campante y que a muchos apesta, quisiera lanzarse a las ruedas del trole quiteño, dedicándonos su último estertor y estirar la pata: ..." yo jean boxer siento la necesidad del infinito: acaricio con dulzura esta arma plateada que no puedo” ... "desgarbado e incongruente/ me debato entre las aspas de la modorra/ tengo un incurable alucinógeno en cada pestaña”..."yo no tengo diez dedos en cada brazo con los que pueda suicidarme”...."hurgo el puñal ajeno que el creador ha puesto entre mis manos mientras la humanidad/ gastronómicamente enferma vocifera/ viva la infamia/ viva el delito/ abajo el amor del cerdo/ y que me lo sirvan como un tomate”.

El perro-poeta crucificado en la encrucijada de siglo, el perro peatonal atrapado por el consumismo y ya no por el dinosaurio comunismo; el poeta-perro sin veterinario al alcance, se interpela, se cuestiona, se “problematiza”, en aquella realidad pretendidamente "sobria", globalizante e inhumana en donde asiste “al fin de la Historia”:

"No quiero ser analizado/ No soy una taza de café/ No estoy impreso en una camiseta"…"me brotan mariposas de las axilas/ me zumba un moscardón/ en el hueco de la cabeza ... / incrédulo me palpo el rostro "..." soy un sobreviviente de Auswitchz / tengo pezuñas de cerdo”

Espeluznante, se interroga sobre el sentido de la existencia en medio de los estragos de su propia borrachera y como cualquier perro solitario, sabe que puede terminar atropellado o envenenado en cualquier esquina:

…"¿y si me sucediera esta noche para siempre la felicidad ?...", entonces el perro poeta se lame la herida y se alienta a sí mismo, y aunque solitario, huérfano y desarraigado, aún indaga por su padre y por su madre, es decir por algún hogar y, escarbando su último hueso entre los escombros, recurre a la hamaca de su abuela para mirar “brotar de las orugas simples mariposas”; así, reconociéndose como un ser perruno, vivo y vulnerable buscará otra vez nuevas infancias :

"Tengo miedo padre/ de no haber nacido aún/ del vientre de tu esposa: mas/ hoy que cumplo 33 años/ en la caparazón de mis cobijas/ me masturbo y lloro..."

***

En el último libro de esta selección AHÍ LOS VIDRIOS (2007), que confiere precisamente el título general al volumen, la ciudad con su universo multidiverso aparece como el ruidoso escenario en el deambular del poeta, que se despide de una etapa subjetiva de su vida y de su creación:

“La ciudad es una opera espontánea, disléxica, anacrónica, dirigida por el diablo que agita la batuta de su cola… ríe y goza haciéndonos cómplices de sus partituras” , el poeta se abre ahora al gentío y a la gente que “es una fiesta en algarabía contaminada de polución y nervios”; todo esto ocurre en una época antilírica y antiheroica para el hombre, para el mundo y también para la literatura, cuando “La historia ha depositado sus infelices huevos en las piedras sempiternas de la urbe que tiene la firma arquitectónica del analecta”...

Es fin de siglo, en aquella infeliz y numerosa ciudad perdida de sí misma, donde el poeta y la voz poética, el observador–creador, el loco-lúcido y desorientado vate, deambulan simultáneos y paranoicos… “sin saber/ a qué lado del escenario he estado”, en donde la muchedumbre sin lumbre, es la actriz colectiva del libro abierto de la ciudad, esa selva inhóspita de neón y grisáceo cemento que el poeta registra de manera insólita :“La muchedumbre atraviesa los escenarios como un gran renacuajo saltando en sus monumentales cuatro patas”…

Y en medio de aquella ciudad postmoderna es ahora el tiempo, el nuevo dios impenitente e insufrible, que se desploma como sol canicular sobre seres de “carne y piedra”; es el tiempo sucesión de sonidos y de horas, sucesión de luces y de palabras, babel de tiempos gramaticales que el poeta escucha a la diestra y siniestra del padre: “siempre en ese maldito tiempo gramatical, bajo la misma inflexión en que la gente vive anegada en el mar imperceptible y sin embargo macroscópico del vulgar lenguaje”…“Pero el reloj sigue su implacable marcha, en su horario y en este espacio fundido en el dintel del tiempo”…“sólo caben pretéritos o futuros imperfectos”...

Y es el tiempo urgente, la sola divinidad del tiempo es oro y ahora dólar, deshaciéndose fugaz en pedazos de hierro y serpientes de lata que desfogan vapores de un fétido incienso, lugar intemporal donde “El trole se detiene. Como un grosero gusano abre sus pestañas y excreta una masa lóbrega que cae a la estación y se dispersa. Inmediatamente se enlata engullendo toda vestimenta”…

Y es también allí la soledad, la única compañera omnipresente del poeta en su serpenteante y larga travesía urbana:

“Yo soy la carne devorada que anda sobre
/los pies de la soledad
como un hombre con el semblante
/elevado y radiante
sobre la tierra”.
…………………
“La soledad cabe en el ojal de la aguja del
/universo
con la que está clavada la mariposa
cuyo aletear produce la tormenta que hoy se desata en mi corazón
mientras las serpientes se sirven
de la leche de mis senos
para alimentar a los orfeos que crecen en
/sus vientres.”

Sí, la ciudad contemporánea parece tragarnos, echar fuegos contaminados y al fin va a terminar tragando también al poeta terrestre y meditabundo que ya no puede echar vuelo como antes, pues ha perdido como las aves domésticas, su capacidad de volar, solo: “Los jilgueros urbanos y las palomas realizan sus últimos vuelos, son aviones que a esa hora aterrizan en sus aeropuertos, dejando libre el espacio al enorme pájaro de la noche.”

Sin embargo, hay otros seres e insectos, otras aves y gentes, que echan vuelo y se evaden de otras formas en la oscuridad: “Oh misteriosos voltios que brillan/ en el rimmel oscuro de la ciudad/ luciérnagas que embellecen el cementerio/ de los edificios en este agosto a media noche”… “Algo en las tinieblas se mueve por dentro:/es la carne de los niños drogadictos que/ brillan con luz propia/ y me ciegan de blancura/ aún cubiertos con cartones y periódicos.”

En medio de aquel paisaje lóbrego, el poeta es solo instrumentista de un solo de soledad, un solitario más entre la gente, tocando su solo de saxo, sin eco ni respuesta posible, sin ningún toquecito en la espalda de todos aquellos innumerables otros seres que circulan vertiginosos a su lado:

“Paso a paso, en su mediocre ebriedad, el poeta ignorado se pierde en el sendero conocido; la noche con su frío aliento le zumba en los oídos, lo besa”...pues “A estas gentes químicas un pepino que les importa mi búsqueda. ¿Qué diría si alguien me preguntara? acaso que todo es alusión, seña secreta; que en esta ciudad de los ecos todo nos hace signos y todo se calla y se oculta.”

En el CANTAR DEL REY CENIZA, uno de los más bellos textos de todo el libro, el poeta parece vencido frente al mundo lluvioso, nada sensible e inclemente que lo rodea, parece fabricar su propio epitafio de vocales y escribir no con pluma fuente, sí con garfios de hielo, su ansiado testamento:

“Era yo un caballo bajo las patas de la lluvia/ que desbocada tiraba de mis crines/ barranco a barranco/ Sin que nadie lo supiera mi relincho atravesó el asfalto/ y en cada casco me herían con sus ojos los tristes…La proyección urbana de lo oscuro/ me había lanzado en dirección opuesta/ a los radares/ y me hallé solo/ esperando el regreso de mi sombra/ para que me circundara el pie/ hasta alcanzar mis ojos/ en cuyo iris habíase embadurnado la luz/ y la melancólica leche de los dioses”…

El fin de una etapa suicida y asesina en la poética de Alfredo Pérez Bermúdez se aproxima y el poeta, cavando en su propio camposanto (que más tiene de campo maldito), anticipará su rechazo al irremediable tanatos:

“Ángeles zarrapastrosos/en su verde oliva/ arrastrando sus atuendos infantiles/ Entran/ en mi cámara mortuoria/ como Pedro a su casa/ Me levanto, los conjuro/ y escupo.” Porque el poeta no parece tener ganas de despedirse pronto hacia otras dunas solitarias, ni cree en profetas, ni en dioses ambientales que van a llegar a salvarnos:

“El hueco de ozono es el vacío/ por donde se va/ a las catacumbas/ abdominales del creador” y mientras: “Los peces del diluvio caen/ sobre las cabezas de los transeúntes”... “Soy la única bestia humana/ que se deleita poniendo el corazón al/ fuego y baila en su sepulcro/ mientras llueve/.../ Uno de los animales ha de embarcarme hacia/ el crepúsculo para el naufragio y ya en él/ me arrojará/ mis muertos definitivos.”

Pero se advierte al final de esta estadía poética en el infierno como hubiese soñado Rimbaud, que el poeta anuncia, otro tiempo esperanzador; la llegada de su hija Camila Anahí y el arribo también de serafines que le anuncian otros posibles cielos y de otros territorios celestes que lo harán devenir padre; el tiempo luminoso de los serafines, que a manera de información a los escépticos, aún existen y que con palabras del poeta dejamos constancia.

LOS SERAFINES

a Camila Anahí

El fin de semana hay niños que juegan
construyendo castillos de barro
con el cielo de la tierra
o trepando al único árbol del patio
a tumbar limones
o correr los pollos que tan tiernos compró
/madre
para que no se desplome la columna de la
/casa
o lo que es lo mismo que padre se
/recupere de la trombosis
viendo revolotear
los pajaritos de tres generaciones

- Hazme caballito papi...
dice la de dos años
y trepándose al lomo
me desprende la corona de espinas
para que por toda la casa la corretee
hasta que me rompa la dorsal
y aun así me pide que no pare y la
/complazco
porque extenuados nos desbocamos
con ternura de ángeles sudados-

En mi casa hay niños que despliegan alas
y se confunden con serafines
que abuela decía existen
y en verdad
existen”.

Así, el asombro infantil, la vida y la ternura, podrán dar a luz en el poeta a un nuevo serafín que sobreviva en medio de tanto escombro, el tiempo ha pasado vertiginoso y cuando el siglo XXI ha comenzado a disolver las hojas de sus primeros años el poeta reflexiona: “Cuando las palabras se me ofrecieron/ como en una tinaja/ llena de frutas de oro/ envejecí/ como un niño prematuro”.

Iniciará entonces la búsqueda de un nuevo cielo posible y en medio de la perdida y otra vez recobrada poesía, buscará renacer de las cenizas de fin de siglo y de sus ebrios y de sus dementes actores milenaristas; habrá que esperar mucho más de Pérez Bermúdez y en especial, una vital e incesante búsqueda de nuevos senderos que le hagan desembocar en las nuevas y luminosas poéticas del libro que el autor no ha querido aquí incluir, pero que tenemos la fortuna de conocer “Bajo el umbral de la mariposa”.

“Nosotros/ que vaciamos el vino/ terminamos bebiéndonos la sangre”-sentencia para la generación de fin de siglo Pérez Bermúdez -casi al terminar AHÍ LOS VIDRIOS-; sin embargo agregaríamos, siempre esperanzados en el oráculo de sus propias palabras:

“En mi corazón arde el verano
Un verano de altura y de águilas.”


Julio 1998 / agosto 2007
*Escritor, diector de los talleres de literatura de la CCE

jueves, septiembre 13, 2007

POESÍA ECUATORIANA DE LOS OCHENTA


Fernando Nieto Cadena


a Miguel Donoso Pareja, ya se leerá por qué.

Desde mi primera lectura del Bestiario de Julio Cortázar, comprendí que todo escritor debe cultivar, mantener y atesorar su propio bestiario personal (valga el pleonasmo). El título de la antología (10/80) me parece sugerente y me conduce a los eriales de la nostalgia. Recuerdo que en el único número de Puño y Letra que logró publicar Carlos Calderón Chico (entonces el chico Calderón), en la entrevista que me hizo al preguntarme si era parricida Sicoseo le contesté que no, que pretendíamos ser raticidas para liberar de las ratas que carcomían a la literatura ecuatoriana (palabras más o menos literales porque la memoria siempre mejora los recuerdos).

Tal vez por eso me entusiasma escribir sobre esta antología que bien pudo ser de once poetas por aquello de establecer la alineación futbolera ideal de la poesía ecuatoriana surgida en los ochenta aunque se hubiera perdido el juego iconoclasta que se agazapa como 10/80. Creo que está bien así.

Son diez. Por supuesto no creo que son los únicos diez que podrían enlistarse pero responden los diez antologados a lo que sus antologadores prefiguraron para mostrar lo que nuestra poesía fue capaz en esos años y en los actuales. La antología me permite, además, reconocerme como uno más entre ellos aunque aparentemente estoy en otro casillero. Lo del reconocerme aquí debe ser porque los acuartelamientos generacionales siempre me han parecido sospechosos y mecanicistas por lo miméticos que solemos (sabemos, supongo se sigue diciendo por allá) ser a la hora de embestir y vestirnos con las modas al calce de la crítica moderna.

A la mayoría de los antologados los he leído aunque sea parcialmente antes de esta mañana frente al río Grijalva en Tabasco. A unos pocos los conozco personalmente. Y a unos cuantos los estoy conociendo en sus textos. Sin embargo tengo la impresión que a todos ya los conozco. Sucede que algunos -los de entonces- seguimos siendo casi los mismos. Por eso al leerlos estoy aprendiendo un poco más de un país o una ciudad que alguna vez fueron nuestros y míos y ya no existen.

Pero no se trata de refocilarme en la saudade en pro de aquel tiempo pasado que para mí, como todo tiempo pasado, siempre fue peor. Al fin y al cabo el mejor tiempo que tenemos es el presente por el simple hecho de saber que estamos vivos. Perogrullidades aparte, la lectura de 10/80 me reconforta porque despeja unos cuantos prejuicios que -al calor epistolar de unos amigos- me estaban creciendo la idea de que la poesía ecuatoriana a partir de los noventa cruzaba los arenales de la inanidad con el regocijo de uno que otro avestruz que se niega a mirar lo que en realidad estaba/está pasando. Por fortuna Fernando Itúrburu y la editorial K-OZ me volvieron a otra grata realidad. Fernando es doblemente responsable porque me puso en contacto con la gente de Buseta de Papel y con la gente k-óztica. Como era de esperarse la mayoría son de Quito y Guayaquil. Pero también aparecen de otras ciudades lo que me permite comprobar que los años no pasan en vano. Lo importante es que se trata de diez poetas que con sus muy personales voces líricas ofrecen en calidoscopio un panorama satisfactorio de la producción poética ecuatoriana surgida en los ochenta. Mantienen su vitalidad creativa con la misma intensidad (más diestros en el manejo del lenguaje y equipados con herramientas teóricas más sólidas por supuesto) con que llegaron a este oficio de apesadumbrados contrastes y paradojas, rumbeando desde y entre la confusión ideológica-estética hasta la lucidez sin falsas modestias ni almidonadas vanidades.

Estos diez poetas son una feliz imagen de ese espejo trizado que debe ser -pienso, sueño- la poética de una región, un país o un continente. La multiplicidad estilística va de la mano con las propuestas coincidentes desde sus muy particulares miradas que escrutan y excavan las múltiples realidades de una cotidianidad no siempre resignada a ser chivo expiatorio de las indagaciones y experimentaciones del discurso poético, en apariencia cada vez más imbricado como bricolage lingüístico. Por aquí puede desmadejarse la piolita que permite llevar el trompo en la uña para ejercer una diestra habilidad para sumirse en la magma del lenguaje y no fracasar en el intento.
Esto significa que nuestra poesía, la ecuatoriana, ha dado un paso más hacia quién sabe dónde, eso no importa, porque mantiene un rejuvenecimiento y una revitalización que construye puentes comunicativos entre las pasadas poéticas y las que se avecinan. Dogma del docto doctor Perogrullo, sin la poesía de los ochenta (que extiende lo generacional hacia los noventa, mediados de los noventa por lo menos) no podrían haberse dado propuestas tan significativas como la del grupo Buseta de Papel, por ejemplo ni se explicarían los vasos comunicantes de algunos grupos actuales con Sicoseo, La Bufanda del Sol y los Tzántzicos, grupos por otra parte sobredimensionados con fervor legendario en trance de mitificación narcisista.

Todo esto para saludar a los diez de los ochenta que se muestran como ellos quisieron, con textos donde se ven y se reflejan y quieren ser vistos. La gama de propuestas es intensa y diversa. Cada uno jala para su propia costilla. Los unifica acaso el desparpajo para decir las cosas como las perciben, sienten y exteriorizan. Si bien se unifican en la intención de socavar los cimientos de un lenguaje siempre pacato y recatado en nuestras muy occidentalmente cristianas fontanas, cada quien se mueve por su propia sombrita descomponiendo y al mismo reconstruyendo un mundo particular que sirve como retrato hablado de quienes se lanzaron contra viento y marea a descubrir su cosmos poético por la única vía posible, la entrega absoluta a la exploración y experimentación del lenguaje a partir del descreimiento del oficio poético como ejercicio de videntes traslucidos y trasnochados y, deudas son deudas, del descrédito de la realidad que avizorara don Pablo Palacio.

Pienso no fallar si apunto que los diez han pasado por la experiencia del taller, la mayoría -además- por un taller coordinado por Miguel Donoso Pareja, lo que de por sí ya es una cierta garantía de que lo bien aprendido ya no se olvida nunca. Esto para señalar que esta muestra sirve para desvalorizar la conseja de ancianos precoces que niegan las virtudes -con todos y sus a veces graves defectos- de los talleres a los que lo menos que les acusan es de ser fábricas de escritores y en el peor de los casos de laboratorio de clonación de escritores a imagen y semejanza del coordinador de turno. Cada quien se quita las muelas antes de que les duela según sus propias limitaciones y egoísmos.

No sé si sea a la vez de exagerado aventurado decir que esta antología es testimonio, homenaje y reconocimiento de la bondad de los talleres literarios. Por supuesto no es la única manera para llegar a ser escritor pero es un buen espacio para ganar tiempo y superar con el apoyo de otros lo que llevaría el doble o triple de tiempo en el crecimiento como escritores. Aquí, en estos diez poetas que no se presentan como dos puños, se confirma que lo mejor que le pudo pasar a la poesía ecuatoriana en los últimos veinticinco años fue contar con la presencia de Miguel Donoso Pareja al frente de varios talleres, reproduciendo lo que ya hizo en México.

Por el momento, es cuanto puedo decir. Las fichas que acompañan los textos de los 10/80 resumen mejor lo que yo podría decir -circunstancialmente- y lo que podría opinar de cada uno de ellos. Lo que sí puedo adelantar es la alegría y satisfacción de haber leído esta antología que me permite restaurar mi confianza que, aunque no lo haya dicho nunca el viejo Quijote, si los perros ladran es
porque la joven/nueva poesía ecuatoriana tiene aún mucho que ofrecernos y sorprendernos. Como siempre, el camarada futuro -perdón por la nostalgia- tendrá la última palabra.

Villahermosa, Tabasco, México,diciembre 2006.

El retorno de K-Oz

Luego de una interrupción más o menos involuntaria LABIOS MAYORES regresa al panel de la discusión antes de que la Asamblea se instale y desinstale el Congreso Nacional (que de nacional no tiene nada). En todo caso nos comprometemos a mantener este espacio abierto para enriquecer las propuestas culturales (que de eso se trata) y debatir abiertamente sobre los temas que nos atañen, apasionan, acercan y distancian a la vez. El colectivo de K-Oz editorial vuelve a sus andanzas y anuncia la presentación del libro de antología 10/80 VENENO PARA POETAS como un abreboca de lo que será la selección de 100 poetas del siglo XX.

lunes, julio 31, 2006

¡EA! ¡POETA!

¡ARRIBA LOS POBRES DEL MUNDO!

A propósito de la próxima publicación de la ANTOLOGÍA DE POESÍA DE RAFAEL LARREA

En medio de las discusiones contemporáneas, nadie pone en duda que la tarea fundamental de un poeta es escribir. Y escribir bien si es que tiene la capacidad para hacerlo. Debajo de esta muletilla subyace aquella acusación que prende las mesas filosofales y derrama las vísceras de los contertulios cuando se despliega, sobre el mantel, la política, o el discurso de lo político para ser políticamente más correcto. Porque, si además de la prudencia que deben manejar los poetas en tiempos de crisis se les exige que se preocupen de los fantasmas sociales, esta exigencia resulta demasiado grande para aquellos seres constreñidos al enfrentamiento diario con el delirio, con la concupiscencia, o el desvarío.

Si debajo de la piel de América, de la nuestra se entiende; aplicamos un termómetro para medir el grado de pasión que existe; debido, entre otras razones, al deseo latino y a la crisis económica; coincidirán conmigo que es casi imposible no contagiarse de aquel mal que empieza con “pe” y no puede terminar peor que en “a”. Es entonces cuando los estetas se rasgan las vestiduras y piensan que la poesía debería, con esa forma de deber que es común a todos los tercer—mundialistas, ser pura como una pastilla de alkaseltzer; blanca como la conciencia de Fray Escrivá de Balaguer; críptica como todos los planes de atención social de los gobiernos y estar de acuerdo a los cánones establecidos por la franciscana lengua de Don Fray Gaspar de Carvajal. Esa, dicen, sí es poesía. Y de la buena.

Pero el gusto del intelectual pequeño burgués es ramplón y timorato, con un alto sentido de culpa (en unos casos por no ser lo suficientemente pobre y, en la mayoría de los casos por no poder ser lo suficientemente rico); intelectuales que agitan sus trascendentales palabras en el mar anodino del acomodo y la timidez; entonces llaman crípticos a sus intentos de resolver sus test, sus cafés y hasta sus complejos con la ayuda del lector que le permitirá trazar líneas maestras para comprobar lo que él ya sospechaba: que, en realidad, sufre de un gran síndrome de desadaptación lo que le impide subirse a la mesa de los antiguos mecenas sin sentirse avergonzado por sus malas maneras, su pobre indumentaria y lo que es más triste, por su lenguaje morigerado ante la necesidad de ser aceptado.

Frente a todo lo anterior, con menos frecuencia pero con mayor fortuna, existe otra tendencia para entender la poesía. Aquella que naciendo de la parte instintiva, se convierte en el eje rector de una racionalidad que se dirige hacia la ternura, la solidaridad, el amor, la pasión; pero por sobre todas las cosas, la fidelidad a sí mismos; esa posición indeformable que permite, a un individuo, asumirse tal cual es. Y punto. Sin pedir permiso a los críticos, a los dadores de fama y fortuna, a los editores dueños del catálogo de virtudes. Firme y apasionadamente delinean su vida al margen de las santas cofradías, de los grupos de autoalabanzas o loas cruzadas; sin importarles los críticos comprometidos con la lengua. Solos frente a su oficio, a la terca pasión por asirlo todo, palparlo, desacralizarlo; jugar con esa realidad fatua y esquiva en medio de sus labios proxenetas, lujuriosos ante esa casquivana concreta que deambula por el mundo agrandando diferencias y repartiendo inequidades.

Es entonces que es posible entender a los poetas que se encabritan que deconstruyen y reorganizan, sacuden el polvo de las neuronas de los críticos acartonados, de los cítricos críticos profesionales, o cretinos en el opúsculo de la palabra.

“De mi espalda
nace esta flor que envío al monte,
mi pariente,
a los lagos, a los ríos, al mar brindo esta flor
de dolor y sangre,
esta pestaña, esta roja entraña
de soles incendiarios.”

Es que existe una mágica realidad que nos atenaza del cuello y no nos quiere soltar. O asumimos una posición contemplativa para demostrar que, a pesar de que nos congelaron la sonrisa junto con nuestros dólares, tenemos aún el recato de vivir sin reclamar, sin dar a conocer que nos estamos comiendo la camisa; actitud de decencia dicen los poetólogos. O actuamos de otra forma ante la vida que intenta tragarnos con sus inmaculados dientes para convertirnos en un eslabón más de la cadena trófica; tomar la vida como es; sin contemplaciones, sin falsas expectativas. Sabiendo que cada día que pasa el ombligo estará más cerca de la espalda.

“Y aquí me quedo!
Me quedo en ti
tierra, pájara, mujer.
Y para decir ¡te amo!
me subo al cerro,
a la luna me empino para amarte,
para besar tus pies soy lengua de vaca,
cuchillo soy para acabar tus penas, ...”

Porque el poder no nos nace de cuna ni no nos viene con la tarjeta de crédito. El único poder real que poseemos, lo dijo Rafael, es el poder de lo irreverente. Porque más mortal para el sistema es la toma de Carondelet por espacio de tres horas por un indígena que la creación de un fondo millonario para repartir a las comunidades con la finalidad de bajar la temperatura. Porque en lo simbólico, en ese imaginario de lo sagrado, en el último reducto de su linaje, en ese sitio inmaculado está el talón de aquiles de nuestra clase dominante.

“Es un portal
la cama para todas las sombras,
la noche lame hueso
helado en mi país,
se reparten sin pausa
su camisa bordada,
pero zurcimos lomas
para nunca morir.

Es su pocilga, solo, aguilucho sin alas,
un obrero latino, en Nueva York, exclama :
!por Ecuador, carajo¡
y se bebe hasta el Ande, la orquídea y el estero
añorando con sangre una palabra humana,
una esquina de pueblo,
un viejo modo de ver, de ser, el suyo.

Y se mantiene vivo soplando los rescoldos.

En fin de cuentas somos
solo un rincón del mundo,
y como todos los pueblos
¡nos bañamos en llamas!”

Entonces, el violento despertar de las burbujas, ¡la champaña no es nuestra! Se nos han bebido toda la alegría. La fiesta de las mariposas, del futuro, de los niños. ¡No existe, es solo una quimera! Y los viejos y doctos críticos de la lengua. Bien gracias, deglutiendo empanadas gordas de aire y miel. ¿Y los poetas de la globalización, la posmodernidad, el desencanto? Afilando la lengua para cuando la crisis pase y nos podamos ver ya, sin la neblina del hambre o la urgencia de la angustia. ¿Y la poesía y su poder de subversión?

“Nosotros,
la luna,
los caballos ...
seguidores del sol y de la noche,
de las ideas bellas, imposibles,
inútiles,
nostálgicas ...

(.........)

Nuestro es el juego del alba,
no hay dique capaz de detener la vida,
hemos abierto todas las puertas,
una tras otra.”

Porque debajo del caparazón sensible o senil –depende del caso-, se acodera el andamiaje tosco de la vanidad, del acomodo; reminiscencias del viejo ritual de las capillas, nos hace falta el olor del incienso para elevarnos; unos dicen que para dejar ya de pertenecer al bando de los eternos perdedores, otros por simple molicie para ascender al peldaño de los ungidos, de los premiados.

“... por qué ha de ser tan lunes este día
en que me hundo con zapatos y todo
en el recuerdo de ese beso rojo,
de esos labios para morder,
solamente por ella quiero ver al sol
abriendo esta puerta,
salud,...”

Es el amor, ese amor promiscuo de pasión, el continente de la poesía de Rafael Larrea. No es el coito reglamentado por el orden o la asepsia, es la ternura que brota en el margen de la vida, donde no se establecen los libretos pregrabados. Es la posibilidad de asir la vida al paso, con una vocación que va más allá de la transgresión. Es un permanente redescubrimiento de la vida no de los altares, del amor no de los artificios. El asombro cotidiano ante “Cada vecino / (que) es una tragedia diferente.”

Es difícil catalogar las actitudes de los “otros” frente a Rafael Larrea; pero es necesario. No porque pretendamos tener el veredicto final e inapelable sino porque es preciso restañar distancias. Si el silencio es un arma, la utilizaron sabiamente; si el estigma es una confabulación, la armaron muy bien; si los calificativos deben tomar en cuenta los atributos del sujeto, violaron permanentemente las reglas. Pero a despecho de muchos, y como él mismo lo dijo :

“Adiós. Adiós. Tú también te quedas
con nosotros. Cuidaremos de ti.
De tu memoria.

No habrá jamás olvido, amigo mío, nuestro.”

Pues un poeta jamás muere.

lunes, julio 24, 2006

LABOR DEL EXTRAVIADO

Abrir un libro de poemas es correr el riego de no arribar indemne a la otra orilla. El texto que nos convoca es un desafío constante, es un cuchillo afilado que corta el resuello; es una violenta imprecación a la cotidiana manera de entender la vida y el oficio, es una construcción circular de los retornos y de los exilios, de las vueltas del reloj sobre nuestra garganta.

Ernesto Carrión pone a prueba la capacidad de mirarnos en el espejo despojados de nuestras máscaras, de los manidos rituales que nos inventamos para justificar nuestra existencia. Pone en duda la característica del lenguaje como encuentro; tal vez sirva únicamente para desterrarse; para vivir la otredad, la soledad y el desvarío; la violenta y eterna contradicción entre soñar y estar despiertos; entre ese hombre que escribe y aquel que se solaza mientras miente. Porque su escritura es ficción y es escarnio; es la realidad diseccionada por el diario avatar del destino (o del desatino); es el péndulo que asesina toda posibilidad de escape (porque no podemos huir de nosotros mismos a pesar de todas las puertas escapatorias que tratemos de inventar); siempre estaremos de frente a nuestra soledad o al acomodo (que es otra forma de soledad pero más brutal por ser colectiva).

En todos los lugares somos extranjeros; a pesar de habitar la palabra nunca encontramos la exacta aplicación de su significado a la realidad que nos circunda, nos circunscribe y nos demuele; a veces nos expulsa violentamente al vacío de las multitudes donde estamos a pesar de la imposibilidad de reconocernos. Es que el mundo es demasiado pequeño para nuestra impaciencia, para nuestra necesidad de romper los límites de la cordura. Hasta los pájaros se confabulan para demostrarnos cómo nos restringe el cielo.

Irse o volver casi da lo mismo; la diferencia es que volver es sinónimo de derrota; irse, en cambio, es exponerse a la sequedad embargable del olvido donde ni la palabra es recurso para reconstruir, asir o recrear la realidad. Solo lo inmediato es verdadero, toda pretensión de trascendencia queda anclada a la manida ritualidad de la existencia; aquella que nos obliga a reconocernos en la cotidiana manera de retornar a lo tangible; a las blancas almohadas más seguras que el descaro.

Imprecaciones lanzadas contra esa leyenda elaborada, paciente y cínicamente, por el ser humano para enrostrarnos nuestro lado obscuro, nuestra verdadera condición de exiliados. Por ello se han creado los manicomios, los hospitales, las cárceles y las casas de putas donde se puede vivir sin dar cuenta a nadie de nuestra inmovilidad, asombro o desvarío.

De este largo exilio también participa el dios hebreo con su capacidad envidiable de no tomar decisiones; Adonai es parte de la construcción circular del encierro de donde es preciso pero, a la vez, inútil escapar; árboles convertidos en cadalsos para nuestra manía innata de creer que somos a pesar de que todas las evidencias dicen lo contrario. Dios es víctima de la soledad y de los hombres que lo crearon a su imagen y semejanza; porque no existía otra posibilidad. Vagamos sin rumbo con los restos del naufragio; con el pesado cadáver del pasado tratando de reapropiarnos del útero de donde fuimos expulsados. Pero no hay vueltas que darle; todo intento es infructuoso, es la fantasía de los exiliados que regresan a mirar los rostros que dejaron pero que ya no son los mismos ni los miran de la misma manera.

Nuevamente volvemos al inicio de la teogonía, buscamos febrilmente aquel mantra que nos permita comunicarnos con el cosmos como dador de virtudes y puertas ilusorias. Nos queda, como último recurso, que la materia y la energía tengan la posibilidad de trasmutar hacia algo que nos redima y justifique nuestra burda existencia.

Círculo cerrado, perverso, impenetrable, inamovible. No hay resquicio para la añorada escapatoria. Hasta en aquellos espacios donde es posible conspirar o enmudecer llueve siempre. Una imagen de estos tiempos donde el ser humano deambula gastando su existencia en la búsqueda inútil de la felicidad o el reposo; la realidad nos impele unos contra otros para devenir marionetas de esa mano inasible que ahora denominamos mercado.

El extravío se hace evidente únicamente con la llegada pero no lo acaba; se prolonga en todos los sitios, en todos los momentos. Ulises solo importa por su larga aventura antes de arribar a Ítaca, el resto es silencio y molicie; complacencia por el trayecto recorrido pero ya no camino, sendero, tormenta. La certidumbre es el mal que acaba con el planeta; el regodeo y el amor de los saciados conspiran contra la duda que es el verdadero motor de la historia. Más daño hacen aquellos que saben dónde llegar que los que inauguran nueva casa en cualquier parte llevando, en su morral, toda la tristeza y el desánimo del mundo pero, a la vez, toda la lujuria de la vida.

La Editorial K-Oz leal a su nombre y razón de ser presenta este poemario para sacudir la inercia amodorrante de los poetas oficiantes del canon y el rating; para conmover la calma de los poetas de oficio pero sin propuestas; para agitar las aguas putrefactas de los círculos de iniciados y sus acólitos. Nada detendrá esta labor solidaria mientras exista aquella poesía que justifique nuestro papel; ningún discurso almibarado desviará el trayecto incierto pero instigador de la editorial K-Oz que una vez más recupera a aquel otro extraviado que nos dejó su Zaguán de aluminio como un mapa para imaginar una salida y como antídoto para evitar que el olvido nos corroa en sus entrañas.

domingo, julio 23, 2006

¿Una propuesta inicial?

Algunos escritores que se refugian en los círculos consideran su deber -cual sacerdotes- defender el templo de las hordas salvajes que arre-meten contra "La Literatura y el cannon".
El templo, símbolo de los iniciados en cualquier culto, al que no tienen acceso los profanos, es el reducto del cír­culo y la representación del poder por delegación de la divi­nidad.
Los sacerdotes son los detentadores del saber (del canon), los que poseen la verdad para difundirla entre los impíos, los que encarnan el conocimiento y defienden la estructura social, son los cuidadores de la forma porque también ella reviste la jerarquía.
Los rituales de iniciación son actos para demarcar la repartición de los conocimientos; la ocultación está siempre presente en el carácter de lo sagrado y eterno.
Demostrar la imposibilidad de cambiar las estructuras es la misión de los sacerdotes, impedir que los fieles o devotos de la divinidad interpelen o cuestionen el orden de las cosas es su tarea fundamental. Esta imagen devela la concepción ciertos "inicia­dos" sobre la Literatura.
Pero la literatura está más allá de los denodados esfuer­zos de nuestros druidas cacofónicos; se presenta en la vida y se expresa en la obra de aquellos que cuestionaron a toda hora, la función de los tem­plos; en los sur­realistas que quebraron con sus propuestas la cacareada división entre la vida y la literatura.
La propuesta es destruir el templo, hacer que exista la litera­tura entre la espalda y el esternón de cada ser humano, des­mitificar el hecho creador, negarse a ser parte de an­tiguos irreverentes claudicantes.
La crítica no se la hace desde la oficialidad, tampoco desde los círculos de amigos para las publicaciones ni desde la reverencia a la forma.
Aquellos que se levantaron contra los grupos preciosistas ahora se yerguen como los defensores de lo bello; sin considerar que lo hermoso está en la vida no únicamente en la palabra, que la angustia no es bella por estar retratada magistralmente en una obra literaria sino, que es hermosa porque surca el límite que existe entre la resignación y la insubor­dinación lo que la convierte en tirajebe o sometimiento. Eso es lo maravilloso de la palabra, de la literatura y de la vida.
Por eso nuestra irrupción dentro del mundo de los blog para debatir, cuestionar, criticar, confrontar, difundir, fraternizar, compartir. Una larga vida a este espacio...